Archive for abril 2016

Sobre lo que implica tener un gato y a Monique. Y sobre las luces rojas de un bar


I

Cuando uno tiene un blog, asume una responsabilidad muy grande. O al menos yo asumí una responsabilidad muy grande. Como dije en el primer post, el objetivo de todo esto es no olvidar: no olvidar los hechos, no olvidar a los míos, que los míos no me olviden y no olvidarme yo misma de mí misma en mi mismísima mismidad.

También, debo reconocer que escribir cada semana es una forma de canalizar ciertos asuntos que de otra manera no serían pensados. Muchas veces son legítimos, los hechos que describes, y otras tantas aunque no pasaron realmente (o no exactamente así),  ayudan igual a pensar qué hubiese pensado, cómo hubiese reaccionado ante esa hipotética situación. Y es que, como dije en algún post por ahí, la realidad a veces es demasiado simple, o demasiado falta de decisiones, o demasiado cobarde, para asumir algunas cuestiones. Pero a la vez que uno las escribe, a la vez que la idea se vuelve real porque queda planteada, pues se crea cierta obligación de reflexionar sobre ello o al menos a asumir ciertas cuestiones que en la cotidianidad, uno obvia, uno pasa por alto o en última instancia, uno se toma dos píldoras y se olvida de todo. Yo soy de las personas que piensa que, a la vez que algo queda escrito, ese algo se vuelve real, incluso más real que la realidad misma. Porque a las palabras, contrariamente a lo que muchos piensan, las palabras tienen fuerza, son contundentes. No desaparecen. Eso de que las palabras se las lleva el viento, eso no es cierto, al menos para mí. Lo que se lleva el viento son las ideas que no se concretan, que no se piensan mucho, que no se reflexionan. Por eso yo soy adicta letal a reflexionar sobre lo que sea, pero la reflexión siempre está.

Quizás es una tendencia que tengo desde que era niña. Desde muy pequeña comencé a escribir. Tenía diarios, los cuales comenzaba siempre con un “Querido Dary”. Y si bien al principio me limitaba contar las cosas que me ocurrían en la escuela o en casa, hubo un momento en que eso comenzó a aburrirme y pasé entonces a cambiar un poco mi realidad. Hubo un momento en que ya me perdí. En que no supe qué era cierto y qué no. De ahí supongo que viene esa necesidad patológica que tengo de mentir, de cambiar las cosas. Y en ese movimiento de las cosas, en ese cambia esto, cambia lo otro, terminé escribiendo relatos. Yo asumo el escribir de la misma manera que asumo mis sueños: espacios donde hay partes y personajes totalmente reales, pero otros que se cambian, que aparecen porque tienen que aparecer, porque son quizás. los personajes que faltan en la cotidianidad. Y muchas veces tienen la respuesta. Yo opino que los sueños no se sueñan en vano. Los sueños siempre tienen un significado grande. Que uno no los entienda, eso es otra cosa, pero en mi caso, yo siempre los entiendo. Es que como yo siempre hablo con Dios, pues ya sé su forma de comunicarse conmigo. Alabado Dios que es mi amiguito…

II

Mi blog se llama “El gato de Monique” no arbitrariamente. Monique es mi hermanita neozelandesa, y fue una de mis salvaciones en ese país tan… digamos… natural para mi gusto. Con ella tuve pláticas que semi entendía (porque el inglés con acento neozelandés es como escuchar a un colombiano hablar español). Con ella teoricé sobre los unicornios, y sobre el autoestima y también, en una borrachera asquerosa, reflexionamos sobre el cuerpo sensual de los latinos y terminé recogiendo de la alfombra del piso (llena de pelos de gatos y no sé cuántas cosas más), un montón de noodles y comiéndomelos como toda una cerdita. Y esas cosas, fútiles y tontas, hacen que las personas se unan de una manera que ni la distancia puede disminuir. Sobre el gato, bueno, es que ella tenía dos. Dos gatos muy raros. Uno era el prototipo perfecto de una persona hedonista. Lo único que hacía era comer, acostarse en el sofá y hacerme compañía en tanto yo desayunaba y tomaba el sol en el jardín. El otro, la imagen del blog, era un gato negro, serio, arisco, como escultura egipcia, que la gobernaba, se le montaba encima, no la dejaba sentarse sola en una silla y para colmo, si ella salía, la esperaba en la entrada de la casa, cuan marido celoso. Con ese gato no crucé ni media palabra (porque con los animales hay que hablar), pero, en su silencio y actitudes, decía mucho. No era un gato fácil ese. Era un gato manipulador, rencoroso, poco fiable y aprensivo, idéntico a mí. Cuando me fui de Nueva Zelanda, el gato hedonista me dedicó una miradita y mis amigos de allá, todos me acompañaron hasta que llegase el taxi y sus miradas, sus miradas son algo que tengo clavadas en el centro de mi estómago. Pero ese gato negro no me miró, no me dijo nada, ni siquiera recuerdo dónde estaba. Porque en el fondo sabía que lentamente yo le iba robando el amor de su dueña. Y eso a él no le gustaba. Por eso era mejor que me marchara. Y yo, acepté totalmente su alegría por mi partida porque, si hubiese estado en su lugar, creo que mi actitud hubiera sido exactamente la misma. Ya les dije… somos rencorosos. Y celosos en extremo.

III

Otra cosa maravillosa de tener un blog son las personas que conoces y los comentarios que te hacen. Yo he conocido a mucha gente. Y algunos de ellos, hoy en día son amigos, personas con las cuales hablo regularmente y sobre todo, personas que me recuerdan mucho de dónde soy o de dónde fui los primeros veinticuatro años de mi vida. Ahora, la verdad, ando perdida, sin entender mucho qué significa pertenecer a algún lugar. Pero cada vez que hablo con ellos, cada vez que comentamos nuestros traumas, nuestras angustias y nuestros deseos de reír, me hacen pensar que sí, que aunque uno se vaya, aunque uno se pierda, hay ciertas cosas que sólo quien comparte la misma tierra y el mismo mar, pueden entender. Muchos de ellos escriben, como mismo escribo yo, y no hay nada que me cause más placer que leer sus textos y luego comentarlos con ellos como también es deliciosos que me escriban comentándome qué creen de lo que escribí yo. Y nada, que esta cofradía de gente “mentirosa”, me llena mucho. Mucho muchísimo. Me ayuda a “espantar fantasmas”. Otras son personas que conocía desde antes, pero por motivos, precisamente, de la mera escritura, he podido comprender que son profundas, que tienen mucho que decir. O que por lo menos, lo que tienen que decir, yo lo entiendo.

IV

Derivado de esto (y pensando en los míos que están en Cuba), no hay nada que adore más que copiar el texto y enviárselos por e-mail (los que tienen  e-mail) y luego, automáticamente recibir sus reflexiones (porque todos reflexionan) y desde aquí río pensando cómo una amiga actriz hasta le cambia las voces a cada uno de los personajes que menciono, o en mi mamá que vive dándome consejos sobre cómo mejorar mi estado de ánimo luego de leer el post o de cómo es el proceso en que mi padre lee mis post: mi sobrina los baja de internet con harto trabajo, se los copia y luego (imagino yo) él comienza a leer y puedo hasta sentir su sonrisita y sus risitas y sus comentarios que luego mi sobrina debe transcribir como esclava… pobrecita. Y así con los demás, que lo lean al momento o no, me escriben y se ponen a mi mismo nivel (nivel de persona “muyyy intelectual y profunda”) y debatimos. Otros simplemente me leen y me dicen que estoy loca. Pero igual eso me encanta. Pues esa locura es algo que creo sobre todo para ellos. Para que sonrían. La sonrisa es algo importante: sea pura o sea falsa.

V

Otra cosa genial de un blog son las erratas (o al menos en el mío). Muchas veces me doy cuenta de que las tengo y aun así las dejo, aunque luego venga mi hermana la del medio a estarme gritando por mi falta de vista. Y es que cuando uno escribe, uno escribe enajenado, uno escribe en trance. O más bien, uno no escribe, sino que hay algo por ahí que va susurrándole las cosas y uno transcribe. Por eso no hay tiempo de rectificar. Lo mejor es soltar las cosas como salgan y ya. Eso también es divertido. O por lo menos para mí es muy divertido.

VI

Escribir los domingos tampoco es algo arbitrario. Desde pequeña ese séptimo día fue muy especial. De niña, siempre salía con mis padres a pasear. Y casi siempre nos íbamos al puerto, o a la Habana Vieja a cenar, o a cenar solamente (de ahí mi glotonería). Ya, más adolescente, me iba con mi novio de aquel entonces, a la costa y ahí pasábamos horas hablando y hablando, casi nunca metidos en el mar, sino más bien sobre las rocas, sintiendo solamente. Y eso no lo sabían mis papás, así que volvía la situación más interesante aún. Y luego, más adelante, me iba a casa de mi hermana mayor. Y ahí, conversábamos, comíamos, veíamos películas y me olvidaba un poco de la presión que pueden ejercer los padres cuando una anda de novia.

Más tarde fue el ir al cine, o comer pizza a casa de mi hermana del medio. Y las conversaciones siempre eran profundas, locas, al punto de que ya no quería ni ser parte de eso, pero al final, siempre terminaba ahí, con ella, platicando y platicando hasta pasada la media noche. Otras cosas igual volvían especiales los domingos. La brisa, la brisa que entraba por la ventana de mi cuarto a las cuatro de la tarde, momento en que yo me sentaba en la esquina de la cama, en completo silencio y fumaba y escribía. Luego todo eso se acabó. Y los domingos, a pesar de que comenzaron a tener otra dinámica muchas veces igual de buenas, no dejaron de provocarme esa nostalgia que pase el tiempo que pase, no se va. Se queda siempre ahí.

 

VII

Ayer decidí salir a celebrar el aniversario de Monique. Y como siempre, salí con la esperanza de poder encontrar en la realidad (en una realidad sin cambios), eso que me llena tanto cada vez que escribo. Pero fue en vano. Las luces rojas del lugar, lo único que me provocaron fueron que terminara vomitando en el baño del bar. Y cuando venía de regreso a casa, en medio de las arcadas y digamos, la angustia, en lo único que pensaba era en llegar a casa, olvidarme de todo y escribir. Escribir las cosas como yo las prefiero, como yo las entiendo, como yo las siento, obviando muchas veces las acciones que no me gustan o las que me gustan, simplemente porque me aburre o me hacen daño pensar las cosas de manera tan  simple. Y yo estoy clara de lo que dijo Locke: las ideas simples son las más complejas. Pero en mi caso, esa complejidad de las ideas simples, igual no dejan por momentos de aburrirme, porque siempre se refieren a complejidades muy de la vida, muy pasionales. Y a mí, a mí me gustan más las ensoñaciones.

Así que, me largué de ese lugar que tanto me gusta, llegué a casa, me acosté a dormir ya más tranquila, sabiendo que en pocas horas me despertaría y comenzaría a escribir un montón de galimatías, o boberías, como lo quieran ver, pero que a mí, siempre, siempre, siempre, me hacen sentir aparentemente más viva. O por lo menos, me quitan los deseos de vomitar. Y es que un bar, aunque tenga luces rojas, aunque simule recrear cosas increíbles, aunque te haga creer que estás en conexión con ese yo que se desinhibe por el alcohol, la gente, las pasiones y las luces, jamás, jamás, jamás se va a comparar con lo que siento cada vez que enciendo el ordenador y comienzan a salir las palabras. Las palabras que en mi caso, igual tienen luces rojas, mas luces rojas llenas de sentimientos encontrados. Incluso, de sentimientos que se crean en el momento.

 

En fin, gracias por leerme.

 

 

 

 

 

 

 

 

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Sobre el aura blanca. Sobre el aura extraterrestre. Y por qué no, sobre la fenomenología y sobre cómo las cucarachas hacen el amor



Cuando uno estudia filosofía, o más bien, cuando lleva la filosofía en los intestinos, ahí fluyendo como liquido gástrico, es imposible que se pueda dejar de reflexionar. Y reflexionar. Y reflexionar. Y en mi caso, no sólo no puedo dejar de reflexionar, sino que tampoco puedo dejar de repetir las cosas tres veces… deformación pitagórica que tengo.

Esto primero no tiene mucho que ver con lo que redactaré a continuación, pero supuse que era importante recalcar lo incrustada que tengo la filosofía en el alma. Y la literatura en el alma. Y la música en el alma. Y las cemitas y el sushi, también, también incrustadas en el alma. ¡Qué espaciosa mi alma!

Y también fue bueno haber recalcado eso para justificar un poco que en medio de las duchas de un gimnasio, a las nueve y media de la noche,  mi amiguita mexicana y yo, cada una desde su espacio, entre jabón y shampoo, gritábamos sobre asuntos fenomenológicos. Lo primero que hicimos fue, obviamente, hablar mal del profesor. Y si bien comenzamos criticándolo muy profesionalmente, al final terminamos hablando de lo lascivo, asqueroso, y enano que es. Y también hablamos de su boca reseca llena de hierros y su rostro lleno de barros. Y de cómo se  cree un mexican lover. Luego, volvimos al punto fenomenológico. Comentamos un poco sobre Husserl, sobre lo humanista que pudo llegar a hacer en los artículos de Kaizo, sobre el famoso “a las cosas mismas” que siempre planteaba. Y sobre la relación entre el sujeto y el objeto. Ya luego, para poner de manifiesto la relación sujeto objeto, pues le pasé el shampoo.

Entonces salimos de las duchas, limpias como ángeles y de repente notamos algo: que a pesar de lo tarde que era, no estábamos solas en  los baños, sino que habían casi cuatro duchas más andando. Así que nuestra conversación tan "típica" de gimnasio, suponemos que fue el altavoz que amenizó el baño de cada chica…. Sí, muy divertido…

Ya en casa, mientras preparaba una clase sobre la Revolución Industrial, que me hizo terminar pensando en Marx, por extensión terminé pensando en las relaciones sociales y en los patrones de comportamiento que uno debe seguir para ser funcional dentro de la comunidad. Para luego, como suelo ser, generalizar todo con un: “en los gimnasios no hay otra forma de estar que no sea, o totalmente desconectado de la realidad, o hablando mucha… como decirlo bonito… mierda”. Yo, realmente no soy una persona de gimnasio, ni siquiera me gusta hacer deporte. Pero decidí comenzar por la primera parte del “estado gimnasio”: desconectarme de la realidad. Y también para volcar sobre las máquinas los deseos que habitualmente tengo de reventar a golpes lo que sea.

Pero bueno (que hoy ando divagando mucho), el punto es que ayer sábado me fui sola al gimnasio. Y como siempre, luego de la tanda de ejercicios fui a ducharme. Ahí vino la cosa interesante. Supongo que a mi lado, amenizando mi ducha como mismo lo había hecho yo el día anterior, habían dos chicas que tenían una conversación muy interesante.

Yo creo que es mejor redactarlo en forma de diálogo.

CHICA I: Pues sí, que ha sido muy buena idea esto de venir al gimnasio, aunque tú no lo necesitas amiga.

CHICA II: ¡Ay no digas eso! Quizás para ti no es tan necesario, pero para mí, aunque parezca de veinte, ya tengo treinta.

CHICA I: ¡Pero cómo dices eso! Yo creo que lo necesito más que tú. Casi parecemos de la misma edad. Pero a partir de ahora yo me comenzaré a cuidar como mismo hace mi mamá. Es que ella es muy presumida. Yo la verdad quiero tener treinta ya, porque mi amiga fulanita, me dijo que la mejor edad para una mujer son los treinta.

CHICA II: ¿Te dijo eso? ¡Jajaja! Pues la verdad yo no sé.

CHICA I: Pues ella me dijo que era incluso cuando la mujer más sentía. Por cierto, ella se casó con un alemán y si ves qué linda niña tienen. A mí no me gustan mucho los alemanes. Pero sí Alemania,  Y bueno, que es verdad que todos tienen mucho dinero. Eso sí me gusta.

 

En este punto, yo estaba casi con el vómito en la boca y ya me iba a salir de la ducha e irme corriendo de ahí, cuando de repente, algo de la conversación llamó mi atención. De repente escuché lo siguiente.

 

CHICA I: Es que, ¿te digo algo?, entre las personas que creen en los extraterrestres y las que creen en el aura, pues yo creo que prefiero ahora a las que creen en el aura.

CHICA II: ¿Pero por qué?

CHICA I: Es más conveniente ahora. Es que tú sabes que yo antes creía en los extraterrestres, pero luego me separé un poco de todo eso. Entonces, hace poco me encontré a fulanito, que cree en el aura y me dijo que me veía el aura blanca. Te explico, tener el aura blanca es algo bueno. Es como que estás pura y muy bien o algo así. Y eso a mí me gustó mucho. Y es que me explicó que las personas que creen en los extraterrestres tienen el aura oscura, porque los extraterrestres vienen de un lugar oscuro. Eso no es bueno, tener un aura oscura. Es por eso que decidí comenzar a creer mejor en el aura y así mantengo mi pureza. Mira, un amigo mío que también cree en los extraterrestres, ahora comprendo por qué es como es. Y es que está oscuro por dentro, por eso de su creencia.

CHICA II: Claro, por creer en los extraterrestres…

CHICA I: Exacto.

Tras escuchar esto, está de más decir que me eché a reír como una loca. O sea, no sé, no tenía palabras para expresar lo que pensaba a propósito de esa conversación. O sí: mera estupidez. Y obviamente, en mi posición de filósofa racionalista, ese tipo de comentarios y deducciones no tienen cabida… o al menos aparentemente.

Porque al llegar a casa, continuaba pensando en el  aura extraterrestre y en el aura blanca. Y como siempre me pasa, terminé encontrándole mucho sentido, a partir de esos comentarios, a algunas cosas incluso de mi vida. Y es que yo, no es que crea en los extraterrestres, pero sí siento cierta predilección por ese tipo de fenómenos paranormales. De hecho, hay un video llamado UFO PORNO, que es hasta mi tono de celular. También miré unas gardenias que había comprado el viernes en la noche y vi que ya estaban marchitas. Y cuando las flores se marchitan tan rápido es que hay mala energía en el lugar. Entonces vino la revelación: el problema conmigo, problema en el cual vengo pensando hace mucho, es que estoy en un período donde mi aura está oscura. Extraterrestre. Por eso las flores se marchitan, por eso la tristeza, por eso siempre me siento desesperada en casa. Y luego de escuchar esa plática, me di cuenta de que es por mi cierta preferencia por los extraterrestres. Eso provocó que me sintiera un poco mal pues ¿cómo salgo de esta aura oscura que tengo? Y es que hasta mis uñas siempre están pintadas de negro… Me entró una especie de desesperación porque a nadie le gusta tener un aura oscura. Yo quiero un aura blanca, limpia. Para eso voy en parte al gimnasio, para purificarme, ya que sola no puedo ni quitarme el cigarro de la boca. Y bueno, decidí que lo primero que debía hacer para comenzar a purificarme, era quitar el tema de UFO PORNO, de tono de celular. No sé… supongo que eso ayudaría. Y luego intenté hacer una meditación enfocándome en el color blanco, a ver si mi aura se limpiaba un poco. Y me propuse firmemente, comenzar a blanquearme por dentro. También intenté hablar con Dios, para pedirle que me ayudara, pero me puse a estudiar y la conversación se quedó a medias.

En la noche vino mi amiguita mexicana a charlar y tomar algo. Entonces le comenté sobre la conversación en las duchas del gimnasio. También le conté mi reflexión. Ella lo que hizo fue reírse y no sintió la seriedad en mis palabras. Aún no concientiza lo del aura blanca, y mira que le dije hasta lo de las gardenias marchitas, pero nada. Igual me contó que el viernes se había ido a un bar y había escuchado una conversación igual muy interesante. Hablaban sobre cómo en África estaban preparando un plato a base de cucarachas y cómo había una teoría sobre que, nuestra alma va transmigrando hasta convertirse en este insecto que odio tanto. – Es decir, ¿que vamos involucionando hasta llegar a ser cucarachas? – pregunté. No, no, más bien vamos evolucionando hasta convertirnos en ellas.- me respondió. Pensé en las miles y miles de cucarachas que hay y en que al final todas ellas son personas que han hecho evolucionar su alma hasta convertirse en eso. Y pensé además, si quiero tener un aura blanca, significa que mi alma evolucionará mejor y me convertiré en cucaracha,  y ¡yo no quiero ser una cucaracha!

Entonces ahora dudo. Dudo mucho. No sé qué quiero. Si purifico mi aura, me libraré del sufrimiento, pero eso implicará que me convertiré en cucaracha en algún momento. Y no sé si eso sea bueno, estéticamente hablando. No sé si Dios, siendo yo un insecto, quiera seguir platicando conmigo. Porque Dios es Pop y tiene predilección por las personas Pop. Y una cucaracha no es Pop… no sé, no sé qué hacer…  Además, ya bastante conque la sociedad me pisotee diariamente, me haga ser de una forma que no soy. Pero si me convierto en cucaracha, pues me pisotearán también por ser asquerosa y fea. A la sociedad no le gusta la gente fea. A mí tampoco.

Y bueno, que la noche terminó con nosotras, mi amiguita mexicana y yo, escuchando a mis vecinos tener sexo. Mi amiguita mexicana moría de risa. Yo también. Pero a la vez no dejaba de pensar en esas dos personas, quizás con auras blancas, cogiendo, convertidos en cucarachas. Cucarachas gordas. Y no pude evitar preguntarme, ¿cómo harán el amor las cucarachas?

Conclusiones:

1.      el gimnasio es un lugar interesante.

2.      Al parecer, TODOS los alemanes tienen mucho dinero.

3.      Pobres extraterrestres de aura oscura.

4.      Las cucarachas… las cucarachas…

En fin, gracias por leerme.

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