¡Ay los domingos! Que una sale a caminar sola, a
reflexionar, a mezclase con la gente.... Gente y más gente. Gente rodeada de
pompas de jabón.
Pues hoy salí con el objetivo de comprar bragas y
verduras. Relación esta increíble a mis ojos. Entonces, mientras caminaba por
la calle Cinco de Mayo, calle repleta de pompitas de jabón, encontré a una
vidente. La mujer, en una esquina
gritaba: ¡leo la mano, leo la mano, vaticino el futuro! Casualmente, yo venía
pensando en ello, en el futuro. Porque el futuro… mi futuro está un poco
perdido. Yo supongo que está perdido y más ahora, porque he decido quitarme mi
pulsera de la orientación. Y bueno… como ando sin saber cuál es la derecha y
cuál la izquierda, pues la nebulosa espacial y emocional se bifurca, se
transparenta, se vuelve papelito volador. Pues bien, que siento a la vidente
gritar y gritar y me pregunto, ¿por qué no? Quizás ella tiene la respuesta.
Me acerco y sin más, con mi acento cubano mal educado
le digo: Oye, ¿cuánto me cobras por leerme la mano? – Treinta pesos- me responde. Lo pensé unos segundos. O sea...
treinta pesos cuesta una cemita. Y la cemita me nutre, me alimenta, me llena.
Pero también saber el futuro podría nutrirme, alimentarme, llenarme
espiritualmente. Así que me lancé. Limpié mi mano (porque andaba tomando un
helado) y esperé impaciente conocer mi destino (Tan tan taaaaan).
La señora me
acarició la mano con cierto erotismo. Creo que me ruboricé. Su vestido largo,
ajustado, me simulaba más que era ella una “señorita de compañía” que otra
cosa. Pero igual no juzgué. Se puede ser prostituta y leer la mano. No son dos
cosas excluyentes. De hecho, las prostitutas, toman muchas manos y leen muchas
manos… Quizás por eso me la acarició de esa forma, pensé. Y me sentí bien por
esa señora tan versátil. Yo no tengo esa versatilidad. Yo sólo sé escribir (¿sé
escribir?). Y maullar (¡Miauuuuuuuuuu!). Y reflexionar sobre cuestiones muy
pero muy profundas (eso ya está más que claro…) Así que en silencio admiré a
esa mujer señorita de compañía y vidente.
Al minuto de estarme acariciando y acariciando, cerró
los ojos. Respiró profundo. Lanzó un suspiro. Y se quedó quieta, mirándome las
líneas de la mano. Lo primero que me dijo fue que viviría mucho tiempo. Yo le
respondí que lo dudaba. Porque fumo como desquiciada. Y porque siento que tengo
muchas enfermedades. Y que bueno, que si no me moría de un enfisema o de
cáncer, terminaba suicidándome. Ella abrió los ojos y exclamó. ¡No, no, no diga
eso señorita! ¿De compañía?- pensé. Luego me dijo que en el plano profesional
me iría muy bien. Que llegaría lejos, muy lejos (y yo, que ya llegué a Nueva
Zelanda...), que ganaría mucho dinero y que sería independiente. ¡Oh, qué bien!
¿Podré tener una tina grande y darme años de leche y rosas?- pregunté riendo,
pero creo que no entendió mi chiste. Luego vino la parte del amor. Sí, sí. ¡Dígame,
qué me depara mi futuro amoroso! ¿Terminaré como señorita de compañía… o con
una señorita de compañía?- pensé. La línea del amor dice que le depara una gran
pasión y que esa pasión le acompañará por largo tiempo. ¿Y si no creo en la
pasión? – pregunté. Pues crea o no, ese es su futuro. También hay alguien que
la ama mas no expresa su sentir. Pídale a San Judas Tadeo que haga que se
confiese. Así podrá vivir plenamente. ¿Y ese señor, Judas Tadeo, va a hablar
con ese chico para que se confiese? – Pues sí, hable con él, récele y él
hablará con el joven. – ¿Y si puedo hablar directamente con Dios? Porque mira,
aunque no lo creas, yo tengo una conexión muy especial con Dios. Él me escucha.
– No, no. Es con San Judas Tadeo, no con Dios.- ¿Pero si Dos está por encima de
todos los demás? Debe aprender que cada santo responde a un problema. – O sea,
que Dios es para asuntos más generales. Maldita burocracia divina… En fin, que
continué escuchándola. Me dijo también que alguien me perseguía y que yo
inconscientemente perseguía a alguien. Pensé en Pokémon go. Yo quiero perseguir
a un pokémon. Quizás a eso se refería. Y el que me persigue a mí, puede ser… no
sé… quizás un pokémon igual. Para finalizar me señaló que algo bueno me pasaría
hoy. ¡Ehh! Eso me gustó. La felicidad en unas horas vendría a mí. Así que sonreí,
le di las gracias y le entregué el dinero. Una cemita menos, pero ya conocía mi
futuro. ¡Qué maravilla!
Continué caminando esperando una cosa buena. ¡Y sí que
encontré una cosa buena! ¡Uvas a quince pesos el kilo cuando cuesta normalmente
sesenta! Me di por satisfecha y continué mi camino. Como me quité mi pulsera de
la orientación, pues me perdí y terminé en un mercado callejero, en una zona no
muy buena, pero que por muy poco dinero puedes comprar muchas pero muchas cosas.
Entre ellas, muchas pero muchas bananas. Y toda feliz, caminé sobre mis pasos
para regresar a casa. Mas, andando y andando, algo comenzó a inquietarme. Las
cartománticas, videntes, etc, no son amigas de Dios. Yo soy amiga de Dios. Como
Dios es una estrella pop y se molesta con facilidad, temí que se molestara
conmigo. Eso no puede ocurrir porque es con la persona que más hablo aquí. Temí.
En mi miedo encontré una iglesia.
Estuvo bien. Pues llovía. Y la verdad no quería
empaparme. Porque podría morir. Aunque la señorita de compañía y vidente me
dijo que viviría muchos años… Pero bueno, ¿cuánto es mucho? Pensé en la teoría
del montón. Todo es relativo, todo es relativo. ¡Noo!- grité y pasé a la
iglesia con todas mis compras. Como siempre, silencio sepulcral. Aunque había
bastante gente. Yo creo que las personas van a las iglesias, o los domingos, o
cuando llueve. Es un buen lugar para guarecerse: tranquilo y gratis. Me quedé
un rato en silencio, disculpándome con Dios por haberlo traicionado en nuestra
amistad forever. Luego vi que también estaba ahí el señor Tadeo. ¡Qué bien! Lo
saludé: Hola señor Judas Tadeo. Creo que no es casual que esté en la iglesia de
nuestra señora de la soledad y que lo encuentre. Mire, una cartomántica me dijo
que debía hablar con usted. Yo soy muy amiga de Dios, pero por razones
burocráticas, creo que el asunto que me ocupa debo resolverlo con usted.
Le conté lo del joven que me ama en
silencio. Y también de que alguien me perseguía y que yo perseguía a alguien
inconscientemente. Le dije también que prensaba que era un Pokémon quien, y a
quien, perseguía. Estuvo bien hablar con el Señor Tadeo. Él es amigo de Dios,
así que supongo que no hay problema alguno. Luego me desconcentré porque
alguien rezaba y sollozaba a mis espaldas. Y es que yo quería saber el por qué
de su llanto. Pero en eso llegó el cura y comenzó la misa. ¡¡¡Una misa!!! ¡Qué
bien! – pensé.
La monjita, una viejita bastante maltrecha la verdad, tocó
la pianola y comenzó a cantar. Los demás igual cantaron. Yo no canté porque no
me sé las rolas divinas. Pero bueno, Dios, la monjita maltrecha y el cura saben
que lo apoyo desde mi silencio. Luego el cura nos habló sobre dios. Y repetía:
El señor Dios, el señor Dios. Qué pena. Yo no le digo señor a Dios. Pero bueno,
es mi amigo. Hay confianza. Luego se sentó porque el pobre estaba muy viejo (el
cura, no el señor Dios), y la monjita maltrecha comenzó a leer pasajes de
Sodoma y Gomorra. En ese punto me dio hambre. Pero quería escuchar lo que leía
la monjita maltrecha. Es que yo amo el Génesis completo. Así que abrí mi bolsa
y saqué una de mis maravillosas bananas. “Empezaba a anochecer cuando los dos
ángeles llegaron Sodoma”- Anjá, anjá, exclamé mientras mordía mi banana. Y así
fue avanzando, mientras yo, a la vez avanzaba con mi banana. Hasta que terminó
y yo terminé también de comer.
Amén.
Las bragas, las bananas y Sodoma, linda relación,
pensé. Hubiese deseado decirle esto al cura, o a la monjita maltrecha, pero
estaban muy lejos y ya comenzaban los cánticos de nuevo. Así que se lo comenté
al señor Tadeo. Porque todo en esta vida guarda relación. No es en vano que
haya parado a que una vidente señorita de compañía me vaticinara el futuro,
cuando me disponía a comprar bragas y bananas. Y tampoco es casual que luego
haya encontrado muchas bananas en el mercado y que hubiese entrado a una
iglesia donde leían esos pasajes y que hubiese comido una. Y tampoco es algo casual
que quizás un pokémon me persiga y yo lo persiga y que el Señor Tadeo estuviera
en esa iglesia y que la iglesia se llamara nuestra señora de la soledad y que el
cura se sentara y que la monjita estuviera maltrecha y que fuera domingo. Todo,
todo tiene relación. Así que imaginé la historia del cura y la monjta
maltrecha. Y de cómo las bananas podrían estar implicadas. Y cómo seguramente
la señorita de compañía vidente también visitaba esa iglesia. Y de que todo
había sido un plan para que yo terminara ahí… comiendo una banana. Que es
amarilla. Como uno de los pokémones. ¡Así que resuelto el misterio! ¡El pokémon
al que persigo y que me persigue es ese Amarillo! ¡Gracias señor Tadeo!-
exclamé y salí de la iglesia. Dejé la cáscara dentro para que los demás
entendieran las conexiones celestiales que yo había establecido. Es decir, sé
que es difícil llegar a estas conclusiones tan elevadas. Pero nadie sabe si un
Holmes, experto en deducciones también pasara por ahí y comprendiera. Quién
sabe si ese Holmes es el que debe decir que me ama y con esa muestra entiende
lo que debe hacer. Y bien contenta, regresé a casa, directo a leer la Biblia,
prender una vela y a descargar la app de Pokémon go.
Ese señor Tadeo es bien buena gente, la verdad.
En fin, gracias por leerme.