Archive for marzo 2019

Sobre la historia de amor de dos ancianos ex integrantes de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba. Sobre cómo mi padre es uno de esos ancianos. Sobre cómo la muerte de mi padre es algo en lo que pienso.



I
  Sobre la historia de amor de dos ancianos ex integrantes de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba. Sobre cómo mi padre es uno de esos ancianos. Sobre cómo la muerte de mi padre es algo en lo que pienso.
  Entre las cosas superficiales que me desagradan bastante (chinos, peruanos, enanos, niños, cuerpos sin curvas) se encuentran también, los ancianos. Y aunque tengo amigos chinos, amigos peruanos, amigas con cuerpos sin curvas, amigos ancianos, amigos enanos y amigos niños, en su generalidad, me molestan. Me desagradan. Me hacen sentir incómoda. Es que siento que se me pegan esas cosas, ¿me entienden? Por ejemplo: si estoy cerca de un enano, me siento enana, si estoy cerca de un anciano, me siento anciana, si estoy cerca de un cuerpo feo, me siento fea. Tengo la sensación de que todo aquello se me mete por cada poro abierto de mi piel hasta convertirme físicamente, en algo que no soy. El problema no es de los demás, el problema es mío y de mi amigo Dios, que me hizo así, no apta para aceptar cambios en mí.
  Pero bueno (que ya me estoy desviando) en esta oportunidad, quería hablarles sobre un anciano en particular: mi padre. Mis hermanas y yo, todas lejos de él (físicamente) estábamos convencidas de que nos enteraríamos de su muerte tres días después, cuando su cuerpo apestara y alguien nos avisara. Es una de las pesadillas que durante mucho tiempo había ocupado mi mente y que hace que le escriba como loca todo el tiempo y ansíe sus respuestas. Pero mi padre no sabe utilizar bien el celular y sólo responde cuando quiere, cuando  o sus dedos gordos le permiten teclear.
  No obstante, por esas contradicciones que tengo siempre, también me entusiasmaba la muerte poética de un hombre solo, en su casa desaliñada, entre libros, periódicos y películas en dvd. Con las fotos de sus hijas alrededor y para rematar, varios poemas y textos inconclusos, regados por ahí. Eso es una muerte poética. Mejor que morirte en un accidente, o simplemente, de viejo. Mi padre vivía en una soledad interna y externa difícil de superar. Yo, repito, sabía más que nadie que eso no estaba bien. Que por lo menos hay que amainar una de las dos, pero también secretamente alentaba la poesía melodramática y bucólica de la soledad extrema.
  De repente, un día todo cambió. Nos envió un correo a mis hermanas y a mí, contándonos que había encontrado el amor nuevamente. Se reencontró con una novia de la juventud, para la cual, él fue su primer amor carnal.
  Mi hermana mayor se asustó pues pensó que ya comenzaba a estar en un estado mental senil. Yo pesé que era mentira, una forma de llamar la atención. Y mi otra hermana, ni caso le hizo.
  Entonces, otro correo más hablando de lo mismo. Mi hermana mayor, ya a punto de la histeria, comenzó a averiguar por todos lados si era cierto o no, lo de la novia de la tercera edad.
  ¡Y cierto era! Mi hermana mayor se quedó atónita. Mi hermana del medio se quedó atónita. Yo me quedé atónita, pero doblemente, al enterarme que la iniciadora indirecta de ese romance, había sido ¡¡¡¡El gato de Monique!!!!
TURURURUUUUUUUUUUUUUU
 II
  Y es que debido al blog,  un día un chico me habló por Messenger. Las cosas no pasaron del hola, hola, me gusta tu blog Monique, ah muchas gracias, qué bueno y de alguna u otra tontería de hombre que quiere llamar la atención. El chico estaba  aburridamente obsesionado con su padre, que ya había muerto.  Ahora se obsesionaba con su madre, vieja sola, sola, sola, sola. Un día, sin ninguna razón, hablamos de los trabajos de nuestros padres y sin más, no volvimos a comunicarnos, durante algunos meses.

III
  Finalmente nos enteramos de quién era la novia de nuestro padre. Una señora que a los quince años, había tenido ciertos encuentros amorosos con mi futuro progenitor. Luego del romance, cada uno siguió su camino. Mi padre se casó, enviudó, se volvió a casar, se divorció y nunca más, supieron uno del otro. Hasta un día en que una antigua amiga le pasó el número a mi papá, de la antigua quinceañera pasional. Ahí empezaron a hablar, luego planearon un encuentro para dar un paseo y luego otro. Al tercero ella le preguntó por sus intenciones, él le dijo que quería algo serio y ya. Comenzaron a salir.

IV
  De repente el chico de Messenger me escribe y me dice: oye te cuento algo, ¡tu padre y tu madre me regalaban pollos rostizados cuando yo era niño! Como eso me parecía más interesante que sus pláticas del padre muerto, o de algo en el blog que le había recordado a su padre, me interesé por ese chisme. Entonces me contó. Que su padre y su madre habían comenzado a salir gracias a mi papá. Que su madre era muy amiga de él y años después su padre se hizo amigo de él. Y que mi padre, de casamentero, los unió. Años después nació él y ya todos amigos, el niño de Messenger pasaba las tardes con mis padres, en Yucatán, comiendo pollo.

V
  Obviamente, yo tenía que ver esa historia de la novia con mis propios ojos y agarré un avión y me fui a la Habana. Quería saber los detalles. Quería saber cómo había ocurrido eso. Quería poder definir por qué azares del destino la muerte bucólica y poética de mi padre se había convertido en una llamada al instante de una novia anunciándome que a mi padre le había dado un paro cardíaco, o qué se yo, alguna muerte de esas de los viejos. Por otro lado, me hacía feliz saber que mi padre estaba rehaciendo su vida, que no moriría solo, que estaba feliz. Era confuso todo. Me sentía enferma, como si un montón de chinos, enanos, peruanos, todos con cuerpos feos, niños, ancianos y también adolescentes con Síndrome Down y sexualmente activos, estuvieran acosándome. Pero decidí relajarme y no pensar, porque miren que para aquel entonces, yo tenía una piedra en la vesícula y si me alteraba, me inflamaba y si me inflamaba me veía sin curvas y ¡voila! Una de las cosas superficiales que me desagradan, me podía atacar.
  Cuando llegué a la Habana, comencé a planear el encuentro con mi padre y su novia, la antigua quinceañera fogosa. Llevé regalos y mi mejor cara, pero la señora, la pobre tenía la presión descontrolada y no era capaz de viajar hasta la Habana. Todo esto lo supe mientras comía con mi padre. Él estaba preocupado. Su rostro se me hacía desconocido: una mezcla de inquietud y de aparentar que todo está bien. Pero todo no estaba bien... Resulta que la señora estaba con la presión alta ya hace semanas debido a los horarios de sueño descontrolados de mi padre. Y también porque él la invitaba a tomar cervezas y una hipertensa no puede. Mi padre es muy imprudente. A mis catorce años, mató sin querer a mi ratón de laboratorio porque le dio ron, en vez de agua… a ver qué pasaba. Yo recordé eso y no pude dejar de pensar que ese podía ser el futuro de la antigua quinceañera. ¡NOOO, NOOO! Así que hablé con él y le dije: papá, tienes que portarte bien, tienes que aprender a convivir con otra persona y sobre todo, ¡tienes que dejar que las personas duerman! Recuerda cómo estabas enfermando de los nervios a tu hija mayor, por estar toda la noche en el sillón, viendo la tele, o llamándome por teléfono. Todos no son como tú y como yo. Le dije que a su edad, viejo y loco no iba a conseguir a nadie. Que era una suerte que esa señora con hipertensión hubiese accedido a darle un poco de amor. Papá, le dije, nosotros no estamos hechos para el amor, debido a nuestra angustia ancestral, pero si tú quieres amor, pues entonces cuídalo. Me sentí muy adulta, muy seria. Hasta sentía que, de tanto estar en contacto físico y emocional con mi padre, que me salía una arruga en la frente. Mi papá me escuchó atentamente y me prometió intentar portarse bien.

VI
  Resulta - dijo el chico de Messenger - que un día estoy viendo la tele con mi mamá y vemos a la tuya, cantando en un programa. Entonces, mi madre me contó que esa señora había sido la esposa de un gran amigo suyo, del hombre que los había presentado, pero desafortunadamente, ese hombre, como su padre, había muerto. El chico de Messenger, que sabía que ese hombre (mi padre) seguía vivo, le dijo a su mamá que eso no era cierto, que su amigo seguía en este mundo. Entonces fue cuando me escribió nuevamente para que yo le pasara el número de teléfono de mi padre y así, los amigos de la juventud, hablaran.
  La madre del chico de  Messenger y mi papá se conocieron cuando tenían veinte años. Ambos eran parte de la Unión de Jóvenes Comunistas. La mejor amiga de la madre del chico de Messenger, en aquel entonces tenía quince años y también era parte de la UJC. Al conocerse la mejor amiga y mi padre, tuvieron su desvarío amoroso. Más de treinta años después, al volver a hablar los amigos, mi padre le preguntó por su amiga, la quinceañera, y ésta otra le comentó que habían seguido en contacto durante toda la vida. Entonces, le pasó su número.
  Y bueno aquí estamos, todos anonadados de cómo El gato de Monique pudo unir a dos personas y  cambiar por completo el presente de alguien. Narrando la historia de dos jóvenes que encontraron el amor pueril bajo las alas de la naciente Unión de Jóvenes Comunistas, con Silvio y Pablo de fondo  y que luego comenzarían de nuevo su historia, a las puertas del 60 aniversario del Triunfo de la Revolución Cubana, seguramente con el fondo musical citadino actual del Micha o el Chacal.

  Por mi parte, sólo me quedan los correos que me envía, a veces contándome que se porta muy bien y que a su novia no le ha subido la presión. Otras expresándome lo difícil que es dejar de ser un hombre solo, para convertirse en uno acompañado, pendiente de otro ser. Ya le dejo su muerte al destino. Aunque secretamente he comenzado a imaginar que quién sabe, quizás los dos puedan morir en una marcha del Día del Trabajador, o alguna manifestación  de esas en contra del bloqueo yanqui. Y sueño despierta en contarle a mis amigos que sí, que mi padre murió, junto a su amor quinceañero pasional, cerca de un cuadro de Fidel y miles de personas oprimidas, gritando hipócritamente “Abajo el bloqueo”. No sería una muerte melancólica ni bucólica, pero sí bizarra. Muy bizarra.  Comunista. Con olor a anciano rancio. Desagradable. Maravillosa.
Yo amo a mi padre, lo amo hasta morir. De eso no les quepa duda.

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