Yo
no quería escribir esta semana, debido a que todos hablan y hablan de los
atentados en París. Y todos sufren por París. Y todos temen por París. Y todos
aman París. Paris con macaron y profiterol. También hablan de los pobres sirios. Y
entonces, hay otro grupo que ahora, teme
por los sirios. Y sufre por los sirios. Y ama a los sirios. Eso sí, aún no se
ha habilitado en Facebook la app para
matizar tu foto de perfil con la bandera de Siria. Es que la pena por Siria, la
expresamos en nuestro interior, en la privacidad de nuestro sensible, humano y
caritativo corazón. Y el sentimiento por París, bueno, ese sí lo mostramos en
la redes, en el exterior. Porque, obviamente, sentir por parís es chic. Lo curioso es que hace tres
semanas, en un pueblito cercano a donde vivo, lincharon y quemaron vivos a dos
encuestadores porque pensaban que eran roba
niños. Y lo más curioso es que no fue el gobierno, no fueron los opositores,
fue el mismísimo pueblo, pueblo desconfiado del extranjero, del desconocido,
del gobierno, de las leyes, de la vida, y es por ello que toman las decisiones
más radicales, afecten a quien afecten y tengan las consecuencias que tengan. Porque
lo importante es que ellos, dentro de la comunidad, estén bien. Historias como
éstas, terriblemente fascinantes para mí, porque van a la génesis del
comportamiento humano, suceden todos los días en México y seguramente en un
montón de lugares. Pero, como no hay bombas por medio y esas cositas súper
chulas y tecnológicas para criticar en Facebook, como aquí solo hay fuego,
gasolina, un pinche mexicano cogiendo candela y música de banda de fondo,
obviamente, no clasifica para banderita de fondo en la foto de perfil, no para
que nuestro corazón en la intimidad, sufra. ¡Que no es chic, ni hipster, la
verdad! Y nada, olvidémonos de los linchados y los quemados, que no son
realmente importantes…
Continúo
Como
todos estaban sufriendo mucho (al menos en las redes), incluida yo, que tengo
amigos importantes por toda la France
(mi sufrimiento Chic), no quería arruinar el ambiente en las redes (al menos el
ambiente de mi muro, que ahora todos me comparten tópicos sobre el tema), con
mis profundísimas reflexiones dominicales, que afectan tanto a todo aquel que
las lee. Es por ello que no escribí este domingo, por respeto a todo aquel que
se vio afectado por los atentados…. Pero ya escribo hoy, porque el martes es un
día cualquiera, así que está exonerado de rendir luto, o lo que sea… Y es que
me siento mal si no escribo el post. Siento que mi integridad y mis principios
morales se ven afectados, además que me desespera que me escriban preguntándome
por qué no escribí. En serio, me desespera.
Tampoco
podía evitar escribir porque he pasado varios
días reflexionando sobre algo muy importante para mí y que terminó en una
pequeña discusión con mi esposo. Supongo, que ya es notorio que yo tengo cierta
predilección por los temas bíblicos. Y por Dios. Porque Dios es pop. Y es mi
amigo. Debido a mi delirio divino, siempre soñé con encontrar a la manifestación
física y espiritual de mi amigo Dios súper pop, en el siglo XXI. Y el viernes
pasado, montada en un autobús, del DF a mi casa, tuve la revelación. Para mí, la manifestación de Dios en el siglo
XXI es: Julian Assange. ¿A que acerté? Entonces vengo yo, a comentar mis
reflexiones a mis amigos y ellos lo que hicieron fue burlarse de mí. No
entiendo por qué. Siempre se ríen. Tengo un payaso dibujado en la mente. Y es que la vida de Assange ha sido como la vida de Dios: de estrella súper
pop en el mundo que para nosotros es real ahora: el ciber mundo. Luce como
Dios: con su melena larga y rubia
platino, porque su mirada es imperativa, porque decidió qué se dice y qué no se
dice, porque quiere tomar represalia contra lo mal hecho, porque viene de
Australia ( y obviamente, Dios tiene que venir de países como Australia o Nueva
Zelanda), porque la sociedad lo adora, porque luego empezó a pedir que la gente
se sacrificara por él, porque, incluso, en el declive de su éxito pop, seguimos
adorándolo sin saber ya por qué, porque no sabemos dónde está y aun así se
manifiesta y también, porque han hecho de su imagen, un negocio redondísimo. ¿Díganme
si estoy equivocada? ¡Y es que hasta baila como bailaría Dios! Pero a mí nadie
me hace caso. Y me sentía muy triste por esa omisión de mi prodigiosa mente por
parte de la gente. Por eso me puse a platicar con el único que me hace caso. Y ¿qué
fue lo que me dijo? Que yo estaba equivocada. Que en todo caso, si existe una representación
física de Dios en el XXI, obviamente, sería Morgan Freeman. Yo, la verdad, no
entiendo qué le pasa a mi esposo por la cabeza. Pura bobería hollywoodense. Su argumento es que Dios es una voz y Morgan
Freeman también es una voz. Argumento simple para algo de tal envergadura. Y
por mucho que le dije que Freeman no luce como Dios, es decir, como una estrella
pop, a él no le importó. Luego se lo comento a uno de mis roomies y ¡está de
acuerdo con mi esposo! Claro, porque mi roomie no conoce a Julian Assange, ese
es el problema y por mucho que quise contarle, pues se negó, y se quedó con la
idea de que Morgan Freeman es mejor para ser Dios, que Assange. Yo decidí no
discutir más con ellos, porque es en vano, yo, en la privacidad de mi corazón
lo siento así. De hecho, me gustaría que la app
de banderita de fondo de la foto de perfil, fuera una foto de ese hacker
australiano. Pero, volvemos al asunto del principio. Al parecer Assange no es lo
suficientemente chic. En fin, no sé. El punto es que esta reflexión me ha
afectado mucho y espero que todos aquellos afectados por Paris, por Siria y
todo el Medio Oriente, comprendan mi sufrimiento (sufrimiento sin bombas, pero
sufrimiento al fin).
Y
sobre Kusturica, lo que pasa es que vivo fascinada por la música de los
Balcanes y he escrito todo esto escuchando el soundtrack de Arizona Dream. Eso
es otra cosa, a nadie le importa qué ocurre en los Balcanes, tampoco hay banderita
de fondo para ellos.
Y
nada, esto es todo lo que tengo que contar. Esperemos que no haya más
atentados, al menos esta semana, y que no quemen a más nadie, y que no se mueran
de hambre tantos niños, que entiendan por qué Assange es Dios y sobre todo, que
acabemos de comprender, que aunque suene horrible, todos somos crueles, todos
somos vengativos. Pongamos banderitas o no, demos like o no, todos somos bestias. Yo misma, soy un gato. Hay que
aprender a vivir con ello. Y cuando más, expiar las culpas rezándole a Dios. A
Assange, en mi caso.
En
fin, gracias por leerme.