Hace unos días, recordé
que una vez, cierto escritor, me dedicó uno de sus libros con la frase
siguiente: Tú tienes boca para besar a
hombres y a mujeres. No te centres en un solo sexo. Esa persona (que para mí no era ni hombre ni mujer, o era
las dos cosas, pero que muchos pensaban que era una pajarita enferma, loca y
para colmo, con mal gusto ) me hizo vibrar con esa frase. Y es que es cierto…
yo tengo una boca muy bonita. Violenta, dirían algunos…
Igual, hace mucho,
mucho (y agrego un tercer mucho para que se note la lejanía), conocí a un chico que, con trece años, la enfermedad
lo atacó. Un hombre, diez años mayor que él, se lo llevó a un cuarto rentado,
lo puso en cuatro patas, le untó lubricante y lo penetró. A ese chico, que yo conocí,
no lo violaron, no lo traumatizaron, no le jodieron la vida. A ese chico, que
yo conocí, lo hicieron la personas más feliz del mundo aquel día y a partir de
ahí, mientras todas pensaba que solo era un muchachito sensible, amante de
Brecht, él salía en las noches y se
encontraba con tipos y se iba a parques oscuros a besarse, a tocarse, a
masturbarse, a enfermarse más. Y así continuó hasta que, pasados más de siete
años, su enfermedad se hizo tan fuerte que todo el mundo se enteró. Pobrecillo,
ese chico que yo conocí…
Dos mil cinco. En casa
de algún novio que tuve, vivían (además de él) su tía y la novia de su tía. Ellas
habían ocupado el último cuarto de la casa, pegado a la cocina. Y siempre estaba
cerrado. Herméticamente cerrado. Yo imaginaba que era para no trasmitir la
enfermedad, pero a la vez me extrañaba, pues una de ellas era médico, pero
bueno… igual no me interesaba tanto. Hasta el día en que, de refilón, pude ver el
cuarto junto a la cocina. Y estaba lleno de fotos, de fotos de ellas dos
besándose. Yo, les juro, que eran por lo menos treinta. Besos con lengua, besos
sin lengua, besos pequeños, besos en la mejilla. También vi algunas pelucas de
colores. Y un estetoscopio colgando, como si fuera un sonajero, con una
mariposita en la punta. Y una bata de médico. Y una virgen de la Caridad del Cobre.
Y unas postalitas por el día de las madres. A mí eso me hizo reír, pues imaginé
lo que harían con la combinación de aquellas cositas. Esas dos, se la pasaban
bien…
Otro estuvo casado
durante muchos años, con una mujer preciosa. Luego se separó, pues comenzaron a
atraerle los hombres. Y tuvo una relación hermosa con uno, hasta que se aburrió
de los hombres y se enamoró, una vez más, de una mujer. Y a esa mujer, le gustaban ese
tipo de hombres enfermos, que también le gustan los hombres. Entonces, ese
amigo mío se sintió realizado como persona que ama a todo el mundo. Pero duró
un año, a lo sumo dos. Y se dio cuenta de que lo que quería era tener una relación
con un hombre, pero que ese hombre, a su vez, estuviera casado. Y lo logró. Se
separó, una vez más, y encontró a uno, que estaba enfermo igual, pero nadie lo
sabía. Y así, se lanzó a esta nueva relación, con un hombre felizmente casado
con una mujer. Y esa relación duró casi diez años. Hasta ahora, que rompieron.
No me he podido enterar del por qué de la separación… Lo curioso es que este
amigo mío, lo que más adoraba, era conversar esto con su padre. Nunca pude
imaginar a aquel viejo escuchando todas estas historias. ¡Seguro se aturdía! Por
eso, cuando murió, mi amigo sufrió doblemente. Sufrió porque su padre se había
ido, pero también porque lo había abandonado su confesor.
Este otro amigo (que es
más que amigo) aguantó durante años los desaires de su novio. Y venía hasta
donde yo estaba a contarme todo lo que le ocurría. Este amigo mío me mostró
cómo, escondidos por el parque de Paseo (que atraviesa el Vedado verticalmente,
hasta llegar al malecón), parque por el cual yo pasaba a diario y a cualquier
hora, habían un montón de hombres que se mostraban entre árboles, y se tocaban,
y ligaban. También este amigo mío, bailaba como una diva de Tropicana y vivía
preocupado por su hermanita y por su madre y, además, se entregaba en cuerpo y alma a sus amigos (y
a mi abuela, a la cual le pintaba las uñas cada semana). Este amigo quería, de
cualquier manera, irse de Cuba. Y resulta que lo logró. Yo siempre tuve miedo
de que le pasara algo por el camino. Como ser gay te pone débil… (es que las enfermedades ponen débiles a los
enfermos, ¿no?). Hace dos días, chateaba por Facebook con este amigo y me
mostró una foto con dos chicas orgásmicas y otro chico igual de atractivo. Yo
(que seguramente debo tener un poco de esa enfermedad, es que imagínense, si
todos estos amigos se ponen a estornudarme encima), quedé fascinada por las dos
chicas y por el chico también. Y puse un comentario. Y entonces me dijo que
dejara de ser irónica (esa sí que es una característica de esta enfermedad: la
autocensura y el complejo). Yo no entendía. Y resulta, que en la foto, una de
las chicas era un chico y el otro chico,
era una chica, que tenía una relación con la chica, que no era un chico. Un
grupo de amigos, vamos a dejarlo así. ¡Y yo, ni cuenta me había dado! Luego
comenzó a hacerme las historias de amor de cada uno. Yo quedé tan fascinada,
que entré al Facebook de la chica vestida como un chico y el corazón me palpitó
de ver el amor que existía entre la chica vestida como chico y la chica,
vestida como chica, pero que le gustan las chicas vestida como chicos. (¡Qué
enredo!) Fabuloso, simplemente fabuloso, el amor que al menos Facebook me
mostró.
Hubo uno, amigo de una
amiga, que no solo tenía esta enfermedad, sino que también le gustaban los adolescentes.
Y el pobre, era muy viejo ya. Pero su argumento me dividió en dos. Él,
simplemente, me dijo: es que yo nunca he
tenido más de diecisiete años. Y luego me sonrió, de una manera en que yo
supe que no mentía. Este, en particular, no solo tiene la enfermedad de ser “maricón”,
sino que tiene rasgos de pedofilia y, para colmo, Síndrome de Peter Pan. Pero también escribía y pintaba como un
Dios. Como un Dios de diecisiete años.
Hay una, igual mayor y
médico, que en un momento de su vida quiso suicidarse. Estaba cansada de que la
miraran mal. Ella, que la habían formado para salvar vidas, era la peste.
Estaba enferma. Y para colmo, la mujer que la había aceptado como era, con su
enfermedad, la había dejado. Lo mejor fue cómo decidió no suicidarse. Abandonó
la idea porque una amiga de ella – no enferma – amiga a la cual, casualmente
conozco y quiero con la vida, la llevó de compras y le habló de precios. Y ya.
Luego esta médico amiga, encontró a una nueva mujer y vive feliz. Y salva vidas.
Y va de compras también. A comparar precios.
Otro, amigo de mi
esposo, está felizmente casado aquí, en Nueva Zelanda, donde el matrimonio gay
(matrimonio entre enfermos) es legal, y es profesor de filosofía. Lleva una
vida muy tranquila y equilibrada, o por lo menos más tranquila y equilibrada que
la mía y la de muchos que no están enfermos.
Y otro, amigo de mi
madre, un año es un hombre vestido como mujer y el otro, hombre vestido como
hombre y el otro, mujer vestida como hombre y el otro, como mujer vestida como mujer, pero
con un toque masculino… Ese me regaló un
osito de peluche cuando era pequeña.
El más reciente de mis
amigos, es bisexual, pero tiene otro amigo que es pansexual y ese amigo (el
pansexual) me explicó el término. A mí, la verdad, me pareció un poco tonta la
denominación, o al menos para mí y mi sistema de referencias, que siempre ha
abogado por el amor a la personalidad y no a lo físico. Pero igual, olvidándonos
de los géneros, cerramos los ojos y, tomados de las manos, conocimos nuestras
almas y de esa forma, ahora, un alma pansexual, es también mi amiga.
Cara Delavigne, la
joven modelo de Victoria Secret (esa, por supuesto, no es mi amiga, sino yo no
estuviera ocupando mi tiempo en escribir un blog) es otra que está enferma,
pero tiene una cuenta de Instagram tan fabulosa como sus cejas.
Ludwig Wittgenstein, embistió
con un atizador a Karl Popper, porque, supongo, que estaba en uno de esos días,
en que la enfermedad se le subió para la cabeza. Luego, la enfermedad se le subió
más y escribió el Tractatus lógico-philosophicus… otro libro enfermo,
enfermísimo.
Estas pequeñas historias,
historias sin punto, ni relación entre ellas, historias intrascendentes, son
para alguien con quien conversé hoy en la tarde y me dio sus argumentos de por qué ser homosexual significaba estar
enfermo. Y luego me dijo, que el diecisiete de mayo era más importante por ser,
en Cuba, el día del campesinado, que por ser aquel que defiende a un grupo de
gente “rara y enferma”.
Esta es mi única
respuesta:
Yo no sé (ni me
interesa) si ser homosexual, o bisexual, o transexual, o pansexual, es una
enfermedad mental, o física, o extraterrestre. Yo sólo sé que esos “enfermos” que
conozco, son tan jodidamente interesantes….
Y que felicito a los
campesinos cubanos, aunque la verdad, no me caen nada bien. Mi boca es para otros
hombres y mujeres. No para ellos.
En fin, gracias por
leerme.
Me gusta mucho tu pluma (jeje, no es una indirecta)… Solo lamento el ramalazo que le das a los campesinos… ¡Felicidades! Besos
By the way, ¿se podría poner «Me gusta»?