He
estado muy indecisa hoy. Redacté varias veces algo para publicar, y al final lo
terminé borrando todo. Ya el último, ni me tomé el trabajo de desaparecerlo.
Fui directo para la cama, a dormir un rato, e, incluso dormida, pensaba sobre
qué lo haría.
La
razón: muchas cosas han atentado en mi contra. Desde que llegué, estoy
intentando escribir algún post adelantado, precisamente para no olvidar cada
una de las cosas interesantes que he encontrado o que me han dicho. Pero nada,
que la vida de la gente atolondrada es así, cambiante. Y más cuando una tiene
atrás a un chino, como lo tengo yo. No a uno, sino a unos cuantos. No es fácil.
Pensé
en hablar sobre las pompas de jabón, que están flotando, todo el día, por el
centro de esta ciudad. Son pompas y pompas y pompas, que si olvidan que
provienen de juguetes vendidos por niños o adolescentes pobres o personas
desamparadas (olvídenlo ustedes si les da sentimiento o algo así; a mí, la
verdad, que me da igual), le dan una iluminación rara al lugar. Porque la pompa
refleja el sol fuertísimo que hay ahora, entonces parecen, esas, las pompas,
pompas de colores. Sumado al folklore y al olor a mole poblano por todas
partes, y mejor aún, si todo esto ocurre a las cuatro de la tarde, pues que es
una maravilla, debo reconocerlo.
Sobre
esto quería ahondar más, porque bastantes amigos esperan que cuente y que
cuente (es que yo utilizo estas publicaciones, como una manera de librarme de
escribir varias cartas relatando lo mismo). Pero toda esta “magia chaparrita”,
ha quedado vetada, cada día, por un incidente diferente, que impidió que me
sentara a escribir.
El
día en que llegué, estaba muerta, así que no cuenta.
El
segundo, me fui a salir con los chicos con los cuales comparto piso y el lugar
que supuestamente era de salsa, pues era de música de banda y cuando fuimos al
de salsa (sitio cubano, por cierto), ya había cerrado. Todo esto, en medio de
discusiones con los taxistas, para que nos dieran un precio razonable por el
transporte. Pero es que todo se hizo más difícil, porque al que se le ocurrió
negociar, fue nada más y nada menos que a un FRANCÉS. A ver, ¿a quién se le
ocurre eso, en México? La reputación de los franceses como diplomáticos se
quedó a mediados del siglo XX. E igual, negociar en el parlamento es más fácil
que negociar con un taxista, digan lo que digan. Al final, nos quedamos tomando,
en casa. Y, luego de tanto taxi pa’ aquí, taxi pa’ allá, más, tequila, pues me quedé
dormida. Y con deseos de escribir, la verdad.
Al
tercer día, cuando sí me levanté llena de ánimo y fortaleza mexicana, salí yo,
toda mexicana, a comprar cosas muy mexicanas. Entonces un tipo, igual mexicano,
que también salió de sus casa, a comprar cosas mexicanas, ¡me persiguió! Así no
más. Y todo porque me preguntó por el color de una camisa y yo respondí. Suficiente.
Mientras más rápido andaba, más andaba él a mi lado, preguntándome cosas. Lo
bueno de este incidente es que, cuando logré quitármelo de encima, igual por
seguridad, entré a una tienda de dulces, y todo se me olvidó, tras la primera
cucharada de una copa rellena de crema con fresas naturales y galletas. (¡Jeje!
Aquí no pude dejar de poner esta risita, porque imagino la cara de todos mis
conocidos tan – o más - glotones que yo, al imaginar mi dulce). Así que, entre el stalker y el dulce de crema
y fresas, me consumí. Y tampoco escribí.
Al
cuarto día dije, ¡¡hoy sí, pero sí!! Mas, se me ocurrió ir a la tienda del pelícano
(es un supermercado que tiene, bueno, un dibujo de un pelícano. Nada, la tienda
del pelícano). Y a pesar de que mis compañeros alemanes se cansaron de
explicarme en perfecto español, cómo llegar al lugar, que quedaba a cinco
calles, igual me perdí tanto pero tanto, que a mi regreso, comenzó a anochecer
(y salí de casa a las cuatro de la
tarde). Pero bueno, no importa, yo disfrutaba el caminito. Lo mejor fue que,
cuando por fin logré encontrar al pelícano y venir de regreso, comenzó a
llover. ¡Ay, qué linda la lluvia! - dije. Pero la lluvia comenzó a apretar y a
apretar y aquí, en pleno verano, de repente, ¡comenzó a granizar! Yo no
entiendo el problema del granizo conmigo, que en Nueva Zelanda, me perseguía
como cosa buena. – ¿Vas a salir? Vale, pues ¡que comience a granizar! Que si de
repente temblaba la tierra aquí, que no me iba a extrañar. Por supuesto, está
de más decir, que andaba sin paraguas y que esos trocitos de hielo, me trozaron,
un poquito, mi bella y hermosa piel. Y este fue el cuarto día.
El
quinto, ¡Ay mi madre, el quinto! El quinto, era mi primer día de clases. Y
dos horas antes de tener que estar en la
Universidad, se me antojó tomar un vaso de agua y salir de mi habitación. Al
regresar, la puerta de ésta se había trancado y no había manera de abrirla.
Luego, cuando intenté salir de la casa, me percaté de que la puerta del
departamento estaba cerrada con doble cerrojo, así que sin mis llaves, no la
podía abrir. Entonces yo, sin llaves, sin teléfono, sin ordenador, sola en
casa, ¿qué se me ocurrió? Pues saltar de balcón a balcón, hasta llegar hasta el
del vecino y aparecerme ahí, con mi cara de gente loca y despistada, que tiene
un cementerio chino detrás, y pedir ayuda. Ustedes no se imaginan qué divertido
fue para los vecinos, ver a cuatro personas saltando de balcón a balcón y
volviendo a saltar, para ver si podíamos forzar la puerta de mi habitación…
¡divertidísimo estaba todo el mundo allá abajo! Al final, no pudimos
solucionarlo. Y llamando a alguien, que llamó a otra que llamó a la casera,
logré que ésta viniera y me abriese la puerta. Creo que si mis adorables
vecinos no hubiesen estado ahí, me tiro del balcón.
Al
sexto día, salí a caminar. Caminé más de cuarenta calles ¡¡¡dando vueltas en el
mismo lugar!!! Pero no importa, no me quejo. Igual fue bonito. Perderse es un
acto memorable. Y en la noche, cuando pensaba ponerme a escribir, mis vecinos
me llamaron para que fuera a ver una película, que robó el protagonismo de
cualquiera de mis historias. Era un filme, hecho en stop motion, y los protagonistas eran cacahuetes. El problema es
que a mí me parecían escrotos, y los primeros quince minutos de película, estuve muy intrigada de
por qué los protagonistas eran escrotos ¡Qué enferma la gente! Hasta que me
enteré, de que no, de que no eran escrotos, sino cacahuetes Qué enferma la
gente, repito… El punto es que la peli ocurría en un manicomio, y había un
escroto-cacahuete, que estoy segura de que era o Nietzsche o Hitler (era alemán,
tenía un bigote, y controlaba a montón de locos…). ¡Qué falta de respeto! Esos
dos, que eran tan serios… Los otros escrotos- cacahuetes se quejaban de que, en
el manicomio, todos los días, les daban lo mismo de cenar: ¡PURÉ DE PAPAS! ¡Eso
para un cubano, es una ofensa! ¡LA PAPA ES UN LUJO! Tengo una amiga, catalana
ella, que estando en Cuba y yo en Dunedin, me escribía, emocionada, cuando
había podido conseguir el tubérculo. Ella, catalana, se traumatizó. ¡Imagínense
a un cubano común y corriente! Entonces, cada vez que el escroto-cacahuete loco
decía: ¡Puré de papas, puré de papas,
siempre lo mismo!, a mí me temblaban las piernas. Lo otro que me impresionó,
es que los escrotos-cacahuetes tenían una corteza dura. Se peleaban, se daban
golpes y nunca se rompían. Pero sí soltaban sangre. Interesante. Por esos
avatares de la imaginación y las conexiones fantasmas, empecé a pensar en lo
duros que a veces estaban los maníes de los cucuruchos, en Cuba. Y nada, que al
final, había una batalla de escrotos-cacahuetes, donde intervenía el ejército.
Salvaban al escroto-cacahuete protagonista, que el pobre, ya estaba loco. Y
terminó la película. Entonces, uno de los chicos de casa, ¿qué nos brindó?
MANÍ. Y para colmo, maní japonés. Yo no me pude comer eso. ¿Después de 1- ver
las vicisitudes por las que pasó ese pobre escroto – cacahuete, 2- era maní
japonés y ustedes saben mi problema con los asiáticos y 3- estuve una hora y
tanto de filme, asociando cacahuetes con escrotos, creen que podría digerirlo?
Hoy,
domingo, día feliz, salí a pasear con mi vecino, que, al ver que ando perdida
todo el tiempo, me llevó a por un mapa de la ciudad, a ver si mejoro. Luego, me
fue explicando calle por calle, los recorridos que debía seguir. Pero yo, tras
un pie de limón que comí, creo que lo olvidé todo. No sé. Ya veremos mañana…
Entonces, cuando llegué a casa, lista para escribir, pues comencé y comencé y
comencé. Pero nada. Entonces me dio sueño. Dormí. Y empezó a llover. Mucho. Y
hubo truenos y relámpagos. Y mi habitación se iluminó, de manera similar a la
de las pompas de jabón de las cuatro de la tarde. Y aproveché ese momento, para quedarme
acostada, mirando a través de la ventana. Después todo se detuvo. Entonces,
vino el momento propicio para redactar. Igual tendré mucho tiempo para
describir mejor, las pompas de jabón, el sol
y el viento, que las mueve y las mueve.
En
fin, gracias por leerme.
Jajajaja... como se te ocurren esas cosas, que imaginación más perversa tienes.. y me encanta
Será que de tanto dar vueltas por el mundo, en un punto, que ni siquiera recuerdas, giraste y ahora es el mundo quien anda tras de ti. Persiguiéndote, atormentándote a veces, mandándote granizos, asiáticos, balcones, franceses, escrotos. Solo te puedes vengar de él escribiéndolo.
Poniendo bloqueees...
las voces se callan...
poniendo bloooques...
Ay... Gritos en el pasillo, ¡cómo amo esa película tan loca!
Loca como tu semana, de lo más divertida.
Adoro México, nunca he estado pero soy gran amante del país, su comida y su música. De hecho, un amigo mío me llama "la mexicana" porque me conoció una semana antes del 16 de septiembre y le invité a una cena que hacía en mi casa en honor a la independencia de México (cena que hago cada año) y me preguntó si era mexicana y al decirle que no, se sorprendió por esta tradicional cena mía donde los tacos, fajitas, nachos, burritos y José Cuervo corren de mano a mano hasta reventar todos XDD
¡Te sigo!
Besos de tinta
Inkwand
"Perderse es algo memorable" conecte con eso, me queda.