Habitualmente escribo
mi post sentada dentro de mi habitación, fumando un cigarrito deliciosos,
escuchando la música que me escogió para expresarse (la música me escoge a mí,
jamás yo a ella) y así, en un ambiente que considero bello y de paz – tormentosa
conmigo misma, redacto cada una de las ideas “interesantísimas” que plasmo
aquí.
Pero hoy ha sido
diferente. . Hoy estoy sentada en un estrecho salón de conferencias, escuchando
una sobre Merleau- Ponty (filósofo francés que no me interesa, la verdad),
impartida por alguien que, a pesar de parecer un amor, no me la hace fácil. La
conferencia, digo. Y es que, hay algo de ella que me llama la atención: su
boca. Si normalmente, me resulta imposible concentrarme cuando algo no me llama
la atención (aclaro, que no me llama la atención a mí, lo que no significa que no
interese a los demás; pero es normal: yo
soy un gato), entonces, si normalmente
me cuesta concentrarme en cuestiones que no me llaman mucho la atención, mi
vida se vuelve un infierno cuando, en medio de ese caos, encuentro algo que me
provoque risa. Algo que me acapare, me acelere por dentro y no me pueda controlar.
Y en esa situación me encuentro ahora mismo. Esta profesora habla y habla. Y cada
vez que menciona a Merleau- Ponty, los
bordes de la boca se le llenan de saliva blanca, espumosa, con forma. Y ahí se
le queda un rato. Luego desparece, hasta que repite el nombre y vuelve a salir.
¡Ahora mismo ocurrió! Ya veo la baba, la saliva espesa.
Aunque no lo crean, he
pasado por varias etapas con respecto a esto. La primera: risa. Y más cuando mi
amiga, sentada justo a mi lado, igual se controla porque también lo ha notado.
La segunda: curiosidad. Curiosidad por la baba. La baba increíblemente espesa y
que sólo sale y se acrecienta cuando menciona a Merleau - Ponty. Yo creo que una característica
de todos aquellos que veneran a alguien, es esa, de entrar en un estado
parecido, que yo lo asocio con los
orgasmos. Entonces supongo que, ella, especialista en este
filósofo, cuando le piensa, pues le sale la baba, espesa, viscosa, espumosa y
se le queda así, en la comisura de la boca, porque que es la manifestación
física de lo que siente. La tercera: miedo. Porque ya parecen colmillos. Que
aparecen y desaparecen. Y temo que se me acerque, repitiendo el nombre de Merleau
- Ponty, Merleau- Ponty, Merleau - Ponty. Y la viscosidad blanca salga y salga
hasta inundarme a mí, de ese orgasmo salival.
Y es que el amor es
así. Desbordado. Siempre. De otra forma no puede ser… y cuando es fuerte, llega
hasta los demás.
Por suerte está
lloviendo. Mucho. Ahora.
Y si la cosa se torna
extrema, si lo de la baba llega a inundarme, mancharme el escote, podré salir,
limpiarme con la lluvia. Y quedar muy limpia. La lluvia es pura.
En fin, gracias por
leerme.
En fin, le he pasado muy bien leyéndote, a pesar de la chorreada de baba.
Un abrazo.