El día de los
trabajadores en Nueva Zelanda: tres kilómetros, una tienda de discos y una
protesta
Las personas que lean este blog,
deben pensar que yo tengo mucho tiempo libre para reflexionar sobre cosas totalmente
intrascendentes. Y es cierto. En estos momentos solo escribo, estudio filosofía
y tomo sopa. Lo otro que hago es caminar de vez en cuando, para ver a quién
encuentro y si acaso, comenzar a dialogar, así sin más, evocando el estilo
socrático.
Es por eso que el 1ro de Mayo, día
internacional de los trabajadores, pensé en las cosas que se hacen en Cuba, mi
país, ese día. Y tenía deseos de comentar con alguien no-cubano, lo que
representa esa fecha, por lo menos en la Habana; pero como estoy en Australasia,
mi 1ro de Mayo es treinta de abril para casi todos, así que no podía contactar
con nadie para, bajo la pregunta excusa de ¿qué se hace en tu país, el día de
los trabajadores?, contar cómo en Cuba se forma una revuelta, cómo nadie se
queja de nada y en un completo absurdo, salen para las calles, cómo en vez de
gritar Vivan los Trabajadores, se grita Viva Fidel – ahora también se supone
que se grita Viva Raúl-, cómo se camina durante horas bajo el sol incandescente
del Caribe, hacia la Plaza de la Revolución – monumento historiquísimo y
feísimo de la Habana – y, lo mejor, cómo ese día, los estudiantes no van al
colegio, ni los trabajadores al trabajo, haciendo que el 1ro, para los que no
van a la Plaza, o por lo menos no se quedan hasta el final, se torne día de
fiesta, cervecitas, cigarrillos en la terraza de un amigo, cerca del mar (al
menos así fue mi último 1ro de Mayo, porque es lógico que a la Plaza no fui).
Yo quería contar todo esto a alguien, pues lo que ocurre en Cuba, no ocurre en
ningún lugar, pero mis chicas neozelandesas dormían, mi amiga que vive en
Barcelona, es cubana, así que no servía, sin contar que, como dije, para ella y
casi todo el mundo era treinta de abril. Entonces me sentí un poco frustrada…
durante tres minutos…
porque, j’ai pris une douche, me
vestí y partí a caminar, para enterarme de lo que ocurría el día de los
trabajadores aquí, en Dunedin, Nueva Zelanda. Salí enfocada en encontrar a
alguien con quién hablar y obviamente, contar la experiencia del 1ro de Mayo en
esa islita al otro lado del mundo.
Caminé por todo George Street,
con la idea de llegar hasta el Octagon, el centro de la ciudad. Como era de
esperar, no había un alma en las calles. Nada de nada. Y pensé, quizás es feriado por la fecha, o algo así.
Pero no. Todo estaba abierto y ni un cartelito en las calles… yo, acostumbrada
a los murales, animando a todos a ir a la Plaza – como si alguien fuera con
algún ánimo -, o a una bocina con canciones revolucionarias, no sé, todas esas
cosas que ponen en Cuba, estaba desconcertada. Igual continué andando y recordé
que quería comprar unos audífonos nuevos. Entré a una tienda, con la esperanza,
a su vez, de conversar con el tendero. Ahora viene el momento en que ya van a
pensar que miento o que de veras yo le hice algo a algún asiático en otra vida
y estoy depurando mis pecados en ésta. El dependiente de la tienda era un chino.
Ahí mismo mi rostro se nubló y pensé ¡uf,
aquí no podré dialogar al estilo socrático!, así que me limitaría a escoger
unos, comprarlos e irme. Por supuesto, las cosas no podían ser tan fáciles. Yo,
como toda consumidora, abrí la caja con los audífonos para probarlos en mi
móvil. Es cierto, reconozco que había un cartel que decía NO ABRIR LAS CAJAS,
pero a mí me pareció absurdo eso, pues si quiero comprar un equipo, debo
probarlo. Efectivamente. Lo probé y no funcionaba en mi teléfono. Cuando intenté
ponerlo de nuevo en su lugar, el chino me preguntó si yo no había leído el
cartel. Le expliqué lo obvio, que quería probarlos antes de comprarlos y que no
habían funcionado. Entonces, con una cara extremadamente cínica (asiático
cínico) me dijo - Lo dudo - y lo probó en su teléfono. Y funcionó. Yo solo pude
demostrar que en el mío no andaba y al final yo era la clienta. Pero el me gritó
que a quién él podría venderle eso abierto. ¡Qué sé yo! – respondí. Y me fui,
sin audífonos y sin poder hablar con nadie sobre el día de los trabajadores.
Continué la marcha. Me detuve en
una tienda de discos de vinilo. Genial el lugar y genial el hombre que
trabajaba allí. Era un rocker cincuentón, que al verme entrar y comenzar a
mirar los discos de Black Sabbath, preguntó si me gustaba el rock. Yo asentí y,
de paso, comenté que era cubana y que me gustaban los acontecimientos
históricos, especialmente, ¡el día de los trabajadores! Él, al inicio, no
estaba muy claro, pero luego recordó la fecha y comenzó a contarme el por qué,
y yo, I know it I know it, I know it.
En un instante en que se detuvo, le pregunté qué se organizaba ese día en
Dunedin. Respondió que no estaba muy seguro, que si se realizaba algo, era en
el parque del Octagon. Dije que mi propósito era continuar andando hasta allá,
a ver si encontraba a alguien que me explicara, o algún evento… no sé… algo. En
ese momento iba a comenzar a contarle sobre cómo se celebra ese día en Cuba,
pero entraron dos clientes – que sí iban a comprar, pues yo, obvio no –, me
agradeció por la charla y se fue a atenderlos. Continué mi marcha.
Todo igual. Ningún cambio. Me detuve
en algún punto, en un mall, y compré un kebab. Obviamente no pude hablar con
nadie, pues ¿quién habla en un mall? Guardé mi almuerzo. Seguí. Comencé a
sentir algo. Una música. Allá. Por vuelta del Octagon. No lograba captar qué
sonaba, pero me animé y aceleré la marcha. Ya sabía que algo tenían que hacer.
Y allí mismo iba a enganchar a alguien, para que me explicara cómo funcionaba
ese día aquí y por supuesto, le contaría mis experiencias. ¡Por fin! Pero a
medida que iba acercándome, la música se volvía más clara. También el olor del
lugar cambiaba. Hasta que llegué y me percaté de que mi esperada manifestación por
el día de los trabajadores, era un grupo de chicos, sentados en el parque, con
unos pocos carteles de protesta, fumando marihuana y escuchando Bob Marley. Me
detuve a leer los carteles y entonces, comprendí, lo que allí ocurría era ¡una
huelga a favor de la legalización del cannabis! Yo, en realidad, no tengo
palabras para describir ese acontecimiento cutre, soso, tonto, neozelandés... Claramente,
si había llegado hasta ese lugar, no podía irme sin nada. Entonces tomé una
foto - la foto del inicio -, mala, como todas las que hago, y fui a sentarme
allí, para al menos oler la marihuana en el aire y comer mi kebab. En una de
esas vino un chico y se sentó a mi lado. Aunque tenía cara de estar en un
meta-mundo y hablar un meta-lenguaje, igual me giré y dije - ¡Hola! ¡Apoyo la
causa! Cínica yo, como el chino cínico de la tienda cínica. – Cool – respondió.
Entonces pregunté que si estaban realizando la huelga, el 1ro de Mayo, en
conmemoración a la fecha. Esperaba que me dijera que sí. Esperaba que me dijera
que no, pero que sabía que era el día de los trabajadores. Esperaba que me
dijera que no, pero que por qué preguntaba eso. Esperaba responder y de paso
esperaba decir que era cubana y esperaba explicar cómo era el día de los
trabajadores, allá, en mi país.
Esperaba mucho, yo, la socrática.
Pero no.
Le pregunté y su respuesta fue -
¿What? Luego sonrió, preguntó si me gustaba Bob Marley y si fumaba marihuana a
diario. Luego me pidió un pedazo de kebab. En ese punto desistí. Respondí que
sí, que me gustaba Bob Marley. Que no, que no fumaba marihuana a diario. Le di
la mitad de mi kebab y me quedé tranquila, junto a él, mirando al chico rubio que, como un trabajador
libre de oficinas el 1ro de Mayo en Cuba, bailaba animado y feliz en el medio del
parque. De alguna manera me comuniqué y obtuve mi respuesta, o más bien me la
construí. Es que si no, reventaba, por haber caminado tres kilómetros en vano.
En fin, gracias por leerme.
Amada, qué tal, leí tu comentario, y me gustó el estilo de tu escritura. Tengo un portal de noticias donde publico crónica, articulos de opinión, entrevistas, escritos de todo tipo. Si me autorizas hacerlo, puedo reproducir algunos de tus textos. el sitio es, www.parentesisplus.com por si quieres visitarlo y veas si te convence. Recibe un cálido saludo. Admiro a varios escritores de cuba. Leonel Robles