Mi
amiga
Hace una semana,
operaron a una amiga. Fue de repente la cuestión. Salimos en la mañana, a ver
si nos habían depositado el dinero que nos dará (dará porque aún no nos ha
dado ni un centavo) la institución que financia nuestros útiles estudios de
filosofía. Y todo estaba perfecto con ella. Pero luego, asumo que las
decepciones fueron demasiadas. Primeramente, no nos depositaron. Luego, le
informaron que tenía que pagar, para colmo, no sé qué cosa de la universidad.
Para rematar, había una fila enorme de personas en el banco, donde tenía que
pagar la no sé qué cosa de la universidad. Y el síntoma de que ella no estaba
bien, el síntoma principal para ir corriendo a un hospital y dejarla allá, es
que yo me compré un taco enorme, relleno de rajas, chorizo y papas, y ella ni
lo probó. Ya la madre nos explicaría luego, que si mi amiga no quiere comida,
es que está grave. Pero bueno, retomo el hilo, que me desvío con facilidad (¡ay,
mi yo, mi espacio y las desviaciones!)
La
madre de mi amiga
Obviamente, a las cinco
de la tarde, de ese mismo día, mi amiga comenzó con los dolores y tuvieron que
llevarla para el hospital. Para reducir un poco la historia, no sólo la
diagnosticaron mal en un principio, sino que tuvo que pagar por ese
diagnóstico. Y por la operación. Operación que debería estar cubierta por
nuestra beca de gobierno, pero al no tener (aún) matrícula, pues no la cubrió y
bueno, que en cualquier momento, a la madre de mi amiga habrá que operarla,
igual, del disgusto que agarró por esta situación.
Por
lo que comento todo esto…
Es porque yo me puse a
reflexionar en torno a las cosas que cubre nuestro seguro médico, ofrecido por
la institución que financia nuestros estudios altruistas. Según me enteré,
cubren operaciones, enfermedades leves y también ¡cubren abortos! Eso me encantó,
no porque piense que vaya a quedarme embarazada de un mexicanito lindo y
querido, sino porque hasta ahora, a lo que más le temo en la vida, es a tener
un hijo y a que un mega tsunami me agarre en la playa (sería interesante pensar
en la relación entre esos, mis dos terrores…). Todo lo que me garantice
controlar esos hechos, bienvenido sea. Entonces (les repito) me puse a reflexionar. Si cubren
todo eso, ¿acaso cubrirán suicidios o intentos de suicidios? Es que, seamos realistas, los filósofos, los escritores, los artistas en general
(porque para mí, todo el que crea es artista), tenemos tendencia a la desesperación,
al desequilibrio, al delirio, al sufrimiento y – muy importante – a la falta de
“baro”, como dicen en México. Y la falta de dinero, eso señores, en conjunto con
lo demás, puede llevar muy fácilmente a que uno sienta deseos de suicidarse.
Digo yo…
Entonces…
Lo primero que pensé fue en
eso, ¿acaso, quien nos ha dado el financiamiento para los estudios y cubrirá
nuestras enfermedades y desdichas, cubre también suicidios o intento de
suicidios?
Y la segunda pregunta
fue, en caso de que quiera suicidarme, en
Puebla, ¿cómo lo hago?
Cuando fui al DF,
estaba en el metro y una chica, justo al lado mío, esperó a que llegara el transporte
y se lanzó. Es decir, que en el DF, como en muchas otras ciudades, un medio
práctico, seguro y gratis de suicidio, es ese, aventarse al metro.
Pero aquí no hay metro.
Y aventarse delante de un bus, es peligroso, porque pueden frenar y quedarte a
medias. Entonces, lo que cubriría el seguro médico, sería más bien, un
accidente. Lo mismo pasa con ahogarse. Aquí, al menos en mi casa, no hay ni
bañera descente, sólo una triste bañera hecha de cemento blanco y para colmo,
esta ciudad no tiene costa, a duras penas un lago artificial, donde la gente se
va a montar bicicletas acuáticas y a dar vueltas a la redonda, como perfectos
imbéciles. Y el lago no es profundo. Así que, a menos que te sientes en el
fondo, o te arrodilles para que el agua te tape la cabeza, tampoco funciona. Hacerte
una horca, tienes que comprar soga, y buscar donde engancharla. Y ya buscar una
soga es complicado. Tirarte de un rascacielos o de un edificio con una altura
adecuada, a menos que te vayas a Cholula, o a algunos lugares en Angelópolis
(condominios cerrados, casi siempre), pues tampoco podrías hacerlo. Y en el
centro, todo es muy colonial. ¿Empastillarse? ¡Ni en sueños! Que las pastillas
son carísimas, o pregúntenle a mi amiga, la operada, o a su madre, al borde de
un infarto, por lo que ha tenido que gastar. Así que eso, a no ser que cargue
con las pastillas, desde Cuba…. e ir a Cuba no es costoso…
También están las
drogas. Un buen pase de cocaína, que aquí es barata (al menos, más barata que
los medicamentos) no estaría mal. Pero igual, hay que gastar dinero y además,
cuando uno está drogado, uno está feliz y lo que desea es continuar vivo para
volverse a drogar… así que tampoco. Clavarse un cuchillo. Yo por lo menos, no
tengo ninguno con el filo suficiente. Además eso duele. Mucho. Y no quiero una
muerte lenta y dolorosa. Así que tampoco.
Obviamente hay más métodos.
Pero no se me ocurre más ninguno ahora mismo. Estoy acabada de levantar, tengo
hambre, debo preparar dos conferencias, así que mi cabeza no genera más.
Además, la filosofía es una de esas carreras que contrariamente a lo que
piensan muchos, te vuelve estúpido. Pues de tanto pensar, terminas pensando
puras sandeces (¿no se han percatado de eso conmigo?). Y bueno, que no se me
ocurre más nada. Además, como les dije, aún la institución del gobierno, que
financia mis estudios maravillosos, no me ha depositado ni un centavo, así que,
haga lo que haga, debe ser gratis. Incluido un suicidio.
Conclusión
En Puebla, que te
rapten, que te violen, que te asalten, que te maten, eso sí es muy fácil. Sólo
hay que salir de noche, sola y ya está. Ahora, ¿matarte tú?, eso es un
privilegio que los poblanos no tienen. Y menos, nosotros los becarios. A mí me
parece que todo ya está pensado y que lo hacen a propósito. Es una manera de
proteger a los futuros filósofos, comprometidos con el cambio y el futuro de
esta sociedad. Y si de paso, se ahorran un poco de dinero, impidiendo ese tipo
de “accidentes”, entonces, todo está bien.
Y es que Puebla, como
proclaman aquí, es una ciudad en progreso. Y libre de suicidio, acotaría yo…
En fin, gracias por
leerme.
Nada Monique, que ni los suicidios se escapan de la maldita cotidianidad. Y estoy de acuerdo contigo, es más fácil que te maten a que te suicides.