Archive for enero 2019

Yuca y Pan



  En una semana me voy a la Habana. Por un lado, estoy realmente entusiasmada porque mi piel clama por humedad caribeña. Acá está tan seco el clima que mis pómulos se están agrietando. También me entusiasma la idea de ver a mis padres y a los amigos que allá continúan; siempre tienen tantas historias que contar, entre gritos de exasperación o susurros para que los vecinos no escuchen… Otro punto de mi contentura es que quizás iré al campo, a montar caballo. Todos saben  que yo, Monique, odio el campo de una manera descomunal, pero, yo, Monique, sí amo a los caballos y me he creído siempre una gran jinete. Por último, necesito dar rienda suelta a los deseos ya desquiciantes que tengo de comer yuca, mezclado con la necesidad de bailar descontroladamente durante un par de horas. La yuca y el baile se mezclan y se pegan, por el mojo de ajo, el mojo caliente, el mojo con limón o con naranja agria. Hay veces en que me encuentro con el espíritu de Lezama encima y no dejo de pensar en mi variante de almuerzo lezamiano, con congrís, con tostones rellenos, con carne de cerdo, con plátanos fritos, con camarones empanizados, con camarones al ajillo, con ensalada, con suflé,  con flan, con arroz con leche, con pudín, con buñuelos, con la tan anhelada yuca. Y lo saboreo todo como si fuera real y en esos momentos puedo entender por qué Virgilio Piñera escribió un cuento como La cena. Todo esto se dispara en mí, cuando sé que en 168 horas estaré en mi primer hogar.

Sólo me preocupa algo de mi viaje: que ahora no hay harina en Cuba. Es que a mí me gusta mucho el pan y más el de la bodega. 
¡Ay, la Habana! Esta vez con yuca, pero sin pan.

En fin, gracias por leerme.

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Para este dos mil diecinueve, yo, Monique, deseo el mal



Siempre me ha parecido que el veinticuatro de diciembre, el veinticinco de diciembre, el veintiséis de diciembre, el veintisiete  de diciembre, el veintiocho de diciembre, el veintinueve de diciembre, el treinta de diciembre, el treinta y uno de diciembre, el primero de enero, el dos de enero, el tres de enero, el cuatro de enero, el cinco de enero y el seis de enero, son los días en que las personas realmente se tragan el cuento de que se son buenas personas, y de que los demás son buenas personas, y de que todos somos buenas personas. ¡Qué bonito! Repito, ¡qué bonito!
  Comemos y comemos, como cerdos, imaginando que todo eso nos hará bien, que estamos consumiendo alegría, alegría con grasa, alegría con azúcar, alegría con verduras. Ya luego de que pasan esas fechas, comienza el proceso de desintoxicación de la felicidad. Pasamos el año con nuestras dietas, con nuestra falta de alimento, hasta llegar nuevamente a los últimos días, donde ya estamos anoréxicos de esa felicidad que nos inundó durante tres semanas. Y entonces volvemos a comer. Es el nuevo comienzo de esa bella positividad. Y es que la necesitamos.
  Particularmente, yo siempre me siento muy positiva durante esas fechas. No sé si pueda considerar que me trago el cuento de ser mejor persona, pero sí la positividad y los deseos de hacer me inundan.  Por ejemplo, estas tres semanas me las pasé encerrada en una habitación pensando en que quiero que alguien desaparezca, que le vaya muy mal, incluso, si no es mucho pedir amigo Dios, que esa persona se muera en un accidente, o consciente de que desea su muerte. Estos pensamientos los tengo el año entero, pero durante dichos días, mi petición se vuelve más fuerte, se vuelve potente, se vuelve invencible y siento que no estoy sola, que no estoy sola, que no estoy sola,  siento que estoy con Dios,  con Yahvé de los ejércitos, con el padre del bien y el mal, y que él está conmigo, confabulando, viendo cómo puede complacerme. Con una aguja que se entierre en el dedo de esa persona, con una cortada que la deje sin sangre, con una mala noticia que la destroce, con la pérdida de su alma, con una existencia podrida, con lepra, con peste bubónica, con dengue hemorrágico, con hambre, mucha hambre, con un fracaso marcado en la frente, con la fealdad extrema, con la esterilidad mental y física, con falta de luz, falta de paz, falta de amor, falta de acción, con un Tsunami que arrase con todo lo que desea. Y hoy, seis de enero, día final del ciclo de la felicidad, pido con más fuerza todo esto y lo consagro en un texto escrito para que surta efecto como un mantra.    
Qué bonito. Repito, qué bonito
Es
Estar
Lleno
De
Esperanzas

En fin, gracias por leerme. ¡Feliz dos mil diecinueve!
Les desea,
Monique

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