Sobre los Emoticons. Sobre el día de San Valentín. Y sobre el Papa Francisco (Parte I)


Hace dos semanas no escribía porque andaba muy trastornada (¡qué raro!). Trastornada y reflexionando mucho.  Realmente no han sido las meditaciones escolares las que me han llevado al borde del desequilibrio. Quizás un poco sobre las relacionadas con el rizoma y con San Agustín y sobre cómo el sacrificio es un regulador en la sociedad. Un poquito sobre eso. Ya. Pero lo que ha tenido a mi mente afectada ha sido algo que para mí no existía: la importancia real que tienen los emoticons.

Todo comenzó por una inocente conversación de chicas que escuché al “descuido”.  Una le decía a la otra: es que nuestra relación ya está cambiando, figúrate que ya no me envía emoticons de besitos ni nada de eso. Eso me chocó, pero la verdad lo dejé enfilado en la lista de cosas sobre las cuales quiero reflexionar en algún momento. Luego, en un bar, escuché a dos amigos conversar igual sobre el tema:

-          Amigo uno: ¡No mames! ¿Entonces te respondió?

-          Amigo dos: Sí y fue súper especial. Imagínate que me mandó un emoticons (no recuerdo de qué tipo) y eso, Amigo uno, significa algo.  Eso expresa simbólicamente algo.

-          Amigo uno: Sí, sí. Tienes razón.

Tras esa pequeña y cretina plática no escuché más nada. Y mi cabeza se puso a dar vueltas como loca. No contenta con eso, al otro día tuve que preguntarle al Amigo uno, cómo funcionaba eso de los emoticons, porque para mí, la verdad, la única utilidad que tenían era para no escribir tanto cuando no se tiene deseos. Pero ahí me enteré de que no. Cada emoticons tiene un significado que va más allá del significado obvio que se le puede atribuir.  Aún insatisfecha (porque siempre me quedo con la lengua afuera y mojada, ansiando más y más), llamé a otro amigo, esta vez de otro continente, para ver si ése fenómeno era sólo de aquí, de Latinoamérica. Me dijo exactamente lo mismo que el Amigo uno mexicano. Este otro amigo se extendió más. Incluso me contó que una vez, una chica le envió un emoticons de un tigre y que él no entendió bien y le preguntó que si estaba sacando a pasear a su perro. La chica, que lo que quería expresarle era que estaba caliente, fogosa, feroz, como una tigresa, y que quería  comérselo entero, obviamente se insultó ante la falta de comprensión de mi amigo.  El fin de la historia: mi amigo se perdió de que una “tigresa” lo devorara. Yo casi muero de risa. Y es que si a mí me envían un emoticons de un tigre lo que pienso es lo más lógico: que esa persona se compró un tigre. Fin.

Luego de varias pláticas sobre el tema, con personas de distintas nacionalidades y de enterarme en mi clase sobre Deleuze que recién le otorgaron un premio a alguien que hace emojipoems (poemas hechos con emoticons… o sea…), mi estado de burla comenzó a mutar a estado de preocupación. Si esas caritas, emoticons o como le digan, tienen algún significado fuerte, pues yo andaba muy jodida. Me explicaron que una carita dando un besito no es lo mismo que una que da un besito con un corazón. Y que una carita con ojos de corazón es algo muy serio y fuerte. Igual si envías un corazón. Y que lo más adecuado era enviar una carita que solamente sonría; no una sonrojada y con cara pícara porque eso se puede interpretar como una Lolita zorrota. ¡¡¡Y sin contar el emoticons del tigre!!!

Yo vengo de un país donde no hay whatsapp. Y donde los mensajes de texto cuestan nueve centavos de cuc ¡ CASI NUEVE CENTAVOS DE DOLLAR! Entonces, en los mensajes que yo enviaba o que me enviaban, las cosas se reducían a: “T VEO A LS 7 EN EL KFÉ D 17 Y L. NO LLGS TARD”. Así mismo eran, pues de esa forma ahorrábamos caracteres y el mensaje no se convertía en uno doble, es decir en ¡¡¡DIECIOCHO CENTAVOS DE DOLLAR!!! Entonces, esto de los emoticons es algo nuevo. Y yo, como toda una naïve en este tema tan delicado, pues le mandaba la carita que fuera a no importa quién: lo mismo un corazón a un profesor, que una carita con la lengua afuera a mi tutora de tesis, que caritas con besos y caritas con ojos de corazones a nuevos amigos que iba haciendo. Ya les digo, ¡un caos! ¡Un caos del cual yo no estaba al tanto! Pero ahora, ahora me ha caído un balde de agua fría encima. ¡Cuán inapropiado me he comportado en esta sociedad capitalista!

Entonces me juré solemnemente y juré por Dios (es decir, Assange), que nunca más iba a utilizar un emoticons con alguien, a no ser que ese emoticons fuera o un pollo, o un pony o un unicornio. Porque a mí me gustan mucho los pollos, los ponies y los unicornios. Y bueno… supongo que ninguno de los tres puede tener un alto contenido erótico… a no ser que analicemos todo a partir de los parámetros de Freud. Pero en fin, la mayoría de las personas no se detendrían en ese análisis. Primero tienen que concentrarse en descifrar que si te envían un tigre, es que quieren ponerte en cuatro patas encima de una cama (supongo que en cuatro porque así lo hacen los tigres y las tigresas…)

Y todo fue felicidad. Y contundencia. ¡Aléjate de mí, Satanás en forma de carita de diablo rojo, o morado!

Mas no lo alejé.

Porque luego vinieron las dos reacciones que me han tenido más que enferma. La primera, es que ahora no dejo de pensar en qué significa cada emoticons que me envían y si no me envían ninguno, igual comienzo a meditar sobre por qué no me enviaron ninguno. Ya es algo que no puedo evitar pensar. Me está pasando lo mismo que cuando vi por primera vez Blue Jasmine, de W. Allen; específicamente la escena en que el teléfono suena y ella demora diez segundos en responder porque así, la persona que la estaba llamando (su futuro amante), no se daría cuenta de que ella estaba loca desesperada, esperando su llamada. Nunca comprendí por qué algo tan irrelevante como eso y que en serio encontraba muy cretino, se quedó grabado en mi mente y desde ese día, si alguien que me interesa me llama, demoro diez segundos en responder. Es algo realmente fútil, pero que mi mente grabó aquella vez que vi el filme y desde ese día no he podido quitarme esa maña.

La segunda reacción es la más aterradora. De repente fui a enviar un whatsapp. Vamos a suponer que escribí: “la comida te quedó deliciosa”. Se supone que con estas palabras la idea quedaba clara. ¡PERO NO! Algo no me convencía, algo me faltaba. Algo hacía que la frase y el sentido exacerbado de lo delicioso, quedara incompleto. Y yo me preguntaba qué era, qué era… hasta que al final me di cuenta: me faltaba la carita sonriente con la lengüita a un costado. Y así con todo lo demás: con los mensajes de Facebook, con los de Twitter, con los de Messenger…. ¡Ahora no hay manera de que una idea se exprese completamente, si no pongo un jodido emoticons! ¡No puedo dejar de utilizarlos! Eso me tiene muy preocupada. Porque, por un lado, esas cosas continúan sin significar nada para mí, pero a la vez siento mi frase incompleta si no lo utilizo y para colmo, me parto la cabeza pensando en qué significará el emoticons que alguien me envió, o por qué no me envió nada, o por qué me envió en un mensaje y en otro no… y así hasta ponerme histérica. También me desequilibra más el hecho de que, aunque los emoticons son ahora necesarios para que mi frase se complete, eso no significa que utilice siempre imágenes coherentes. Lo mismo envío una carita con ojos de corazón, que un gato, que dos chicas besándose, que un arcoíris, que una tortuga. Y es que, la necesidad es la de agregar una imagen, la que sea, pero una imagen. Me he convertido en algo tan visual... El sentido que tiene mi emoticons hacia el receptor, sigue un poco loco. Pero igual la envío. Mi mente quiere estallar de tanta presión que siento.

Esta paranoia que tengo ahora se tornó incluso peor con el día de San Valentín y también con la llegada del Papa Francisco a Cuba, que fue a reunirse con el papa Ortodoxo ruso.  Y todo por las mismas fechas. Las mismas fechas en mi cabeza: primero de febrero, comenzar con la paranoia de los emoticons, doce de febrero, llegada del Papa  Cuba, catorce de febrero, Día de San Valentín. Todo eso significa algo. Todo tiene una lógica.

Pero ya este post se acabó. Llevo tres cuartillas escritas. Además se me acabaron los cigarros. Y el té con leche.

Entonces me retiro, blandiendo mi sombrero de plumas. ¡Abur, abur! La semana próxima termino mi reflexión sobre los emoticons, el día de San Valentín y el Papa Francisco. Ahora me iré a dormir, antes de que me empiece la ansiedad por la falta de nicotina.

P.D: Estos posts  incompletos me gustan mucho. La hacen sentir a una importante. No sé,  estilo Lars Von Trier, sus trilogías y toda esa parafernalia… Qué chido.

En fin, gracias por leerme.  

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6 Responses to Sobre los Emoticons. Sobre el día de San Valentín. Y sobre el Papa Francisco (Parte I)

  1. Anónimo says:

    este post está muy loco. muy como los demás. muy como tú. pero como siempre, tras tu ironía y cinismo extremo, hay una verdad. yo tampoco puedo evitarlo. ya estamos cansados hasta de escribir mensajes y todo queremos volverlo representaciones en imágenes. es algo aterrador. esperaré ansioso el del domingo próximo. quiero saber como termina esta teoría de conspiración. un saludo de un fiel lector.

  2. Unknown says:

    M, que post tan comico!!!!!!;-)

  3. Anónimo says:

    tu reflexión es certera. a tu Manera delirante pero certera. Buenísimo. a ver como va el de la semana próxima. te leo...

  4. Anónimo says:

    LO QUE HACE FALTA ES UN EMOTICONOS DE ESE ROSTRO SENSUAL QUE TIENES.

  5. Anónimo says:

    Malnacida loca, me haces reír mucho con tus trastornos. ;) =D

  6. Anónimo says:

    yo estoy habituado a leer muchos blogs y literatura actual en general. y debo reconocer Monique que tu blog es una de la cosas más raras que he leído en los últimos años. no hay un post que no me deje pensando.tienes una mente maravillosa. y, esperando no ofenderte, debo decir también que eres hermosa. Saludos desde Hungría

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