Archive for julio 2015

Sobre Varadero y la irresponsabilidad









Antes que todo. Para aquellos, que me han escrito mensajitos privados durante la última semana: tienen razón, no escribí el post la semana pasada, pues uno es débil, uno es desleal, uno no piensa en los sentimientos ajenos. Uno es malo y manipulador. ¡Qué mala soy! Y es que no escribí el post del domingo anterior, porque el efecto aislador de Cuba ya (re) comenzó en mí. Rico efecto ese, que hace que se te quite el stress de ver quién lee cada día tus cositas (porque éstos no son textos, sino cositas), de responder los mensajes (yo no comprendo cuál es el misterio por el cual todos me escriben privadísimo y nunca público), además, te olvidas de los mails y olvidándote de los mails, uno se olvida de las responsabilidades. Por eso, en Cuba, todos somos irresponsables. Y comenzamos a llevar una vida semi – naïve que, sin mentirles, es deliciosa, sudada, orgásmica, pantalones mojados. Entonces, por estos días, ando así, muy divertida yo, bajo este efecto, y me olvidé del blog, del gato, y de Monique no tanto, porque siempre le (o me) envío besitos. Entonces nada, esa es la cuestión.
Recién  regresé de Varadero, la “Playa” más “Linda” que ojos “Humanos” han ¿Visto? A mí, la verdad, no me gusta la playa. Solo me fui para complacer a mi sobrina y a mi madre, que sí les gusta. Entonces yo, durante los días que estuve allá, me dediqué a reflexionar (nada productivo), montar en los carros locos (el cual me volvió loca, pues nunca pude sacarlo de la esquina en donde estaba y todos se burlaron de mí), a jugar bolos (donde, obviamente, perdí), y a ir a The Beatles y bailar como una irresponsable orgásmica enajenada. Como aquí todos estamos igual, fue imposible encontrar un sitio donde cenar y viví las cosas maravillosas de esta isla, que son ir a un café, un día, y pagar treinta centavos por uno y luego, al otro día, pagar un cuc, por exactamente, el mismo café, dormir en una casa donde la mujer conoció a su marido con diecisiete años, mientras él tenía cuarenta y siente. Y que luego de él abusar de ella durante muchos años, ahora, ella fuerte y él viejo, pues se invirtieron los papeles, y lo mejor de todo, donde me enteré que en los próximos meses (o años, pues aquí todo va lento) Varadero, la “Playa” más “Linda” que ojos “Humanos” han ¿Visto?, estará prohibida para los cubanos, precisamente porque somos unos irresponsables, deliciosamente sudados y no tenemos derecho a esos privilegios. Entonces, la cosa será así: en la entrada de la ciudad,  estará un policía, dentro de una garita. A ese oficial, tendré yo que dirigirme y decirle que conozco a alguien que vive en Varadero. Luego, darle el número de teléfono de la persona. Entonces él llamará:
-          Sí, dígame
-          Buenos (días) (tardes) (noches), señor/a,  ¿usted conoce a A, o conoce a Monique, o conoce a un gato?
-          Ah sí, sí, son mis amigos. ¿Podría dejarlos pasar?
-          Bueno, lo pensaré. Ya le informo.
El policía lo pensará y decidirá si paso, o pasa Monique, o pasa el gato.
Este más o menos, será el esquema.
Claro, para los “turistas”, que jamás son irresponsables,  nada cambiará. Podrán continuar pasando sin problema. Los turistas y sus gatos.
A mí, la verdad, eso me da totalmente igual, pero pienso en una de mis hermanas, que ama esa playa (su mar azul) y me da lástima con ella… aunque bueno, ahora está en otro país, así que hay que ver si, cuando venga, será cubana o “turista”. Sobre eso, sobre ser o no ser turista (es decir, sobre ser o no ser irresponsable), reflexioné, mientras jugaba a los bolos. Quizás por eso perdí y en veinte tiros, sólo le di a seis….
Recién hoy retorné a mi no tan querida pero interesante Habana, donde pensé dedicar unas horas a reflexionar en torno a los estudios que, próximamente, comenzaré. Pero fue imposible. Me volví a perder entre el calor y la irresponsabilidad. ¡Pobre de mí! Ya me lo decía mi esposo: “China, en la Habana te me pierdes”. Es cierto. Por eso, aquí, la Filosofía no va a avanzar. La filosofía es cosa de gente seria y responsable, ergo, turistas.
Quizás logré escribir este post, pues estoy bajo los efectos de un aire acondicionado, que no me permite sudar y logra que me semi-concentre en algo. También escuchar Nouvelle Vague ha contribuido.
Todo esto lo he escrito para contarle a mi hermana, las buenas noticias sobre su playa azul. Pero a su vez, lo he hecho, con la profundísima ilusión de justificar la falta de textos de la semana pasada. Tengo que sonar algo responsable, pues si no, no podré comenzar mi máster en Filosofía. Y peor aún, no me dejarán entrar a Varadero….
En fin, gracias por leerme.


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En la Habana, todos los gatos son negros



                                                                         Artwork: STR

Digan lo que digan, Hume tenía razón. El hábito es el hábito. Y parece que mis ojos se habituaron a ver a un montón de gente grande, gente rubia, gente con ojos color cielo, gente abrigada, gente sin sudor, gente sonriente y de paso, poca gente. Porque si algo le faltaba a Dunedin, era, precisamente, gente.
Entonces, después de tres días de viaje, cruzar el Pacífico y el Atlántico, montarme en cinco aviones, no bañarme, pagar quinientos dólares por una maleta  extra, que no tenía por qué ser extra, quedarme sin un peso, casi perder todo mi equipaje y comer media caja de donuts, llegué a la Habana. Y mis ojos, habituados ahora a la gente metida en "cloro", pasaron  a ver un montón de gente, ahora pequeña, gente trigueña, gente con ojos color noche negrísima, gente en camisetas, gente sin camisetas, gente con deseos de no tener ropa, aunque a la vez con deseos de tenerla, al menos para guardarla en el armario... ¡Ay, Cuba, la gente y la dualidad de la vestimenta! Por un lado: todo el mundo quiere tener "pacotilla", pero al final, ¿para qué? Aquí deberíamos andar a lo Adán y Eva.
O por lo menos eso quisiera yo...
Lo curioso con mis ojos es que, a pesar de que veo a todos negros negrísimos (lo sean o no), la gente (la gente negrisima de la Habana) ahora se la pasa diciéndome: "¡Niña qué blanca tu estás!". Pero la verdad, yo me miro el brazo y me veo igual de negra que ellos. Intento explicar lo que me ocurre, lo de que veo a todos negrisimos. Sentimiento que, me parece, no puede controlarse con la típica respuesta de: "¡es que hay tremendo calor!" No. Las cosas no son tan simples. Al menos conmigo.
El momento en que la gente se ponen más negra, es luego de las ocho, cuando comienza a oscurecer y salen, a los bares. En mi caso, me fui a FAC, un lugar de moda y que se llena como pocos centros, a ver si mis ojos se acostumbraban de nuevo a la variedad del color, pero fue lo mismo. Para mí, todo seguía igual. Oscuro. Y lo mismo ocurrió en otro bar y en otro y en otro. Luego las cosas han empeorado. Ya no solo pasa que los veo oscuros y brillantes por el sudor, sino que los veo similares. Siento que todo el mundo se parece: lo visualizo como una gran bola negra y encantadora (porque eso sí, los cubanos somos encantadores) y que da vueltas y vueltas, como un poco perdida, que se mueve  por inercia, que pasa de bar en bar, o de día en día, o de tienda vacía en tienda vacía, sin explicación. Sin mucho sentido.
Quizás la explicación a mi "oscuridad" es la idea de Hume y el hábito, esa ilusión que nos hace entender las cosas de una manera que realmente no lo son. Debe ser eso. Pues antes no me sentía así. ¿O es que también yo era parte de la bola oscura? ¿O quizás lo sigo siendo, pero no me doy cuenta, a pesar de que me encuentro negrísima igual? Por algo la gente debe decir que estoy "blanquísima". Debe haber algo ahí, más allá de la falta de sol. Repito, las cosas no son tan simples. Al menos en mi cabeza.
El punto es que he sentido eso desde que llegué, hace seis días. Sentimiento raro, la verdad.
Supongo que con las horas, comenzará a pasar. Y todo volverá a la normalidad (porque es así: o se acostumbra la ciudad, o me acostumbro yo, ¿no es cierto,Hume?). Tengo hasta agosto para definir qué es lo que me tiene con la vista nublada y un poco aturdida, por ver que las cosas, en muy poco tiempo, aparentemente no han cambiado, tanto de este lado ni del mío, pero sí lo han hecho. Y mucho.
No obstante, hay cosas que sí siguen igualitas.
Continúo adorando:
los cigarros Hollywood Ice
la yuca con mojo
y las camisetas bien escotadas, para entrarle de frente al calor.

Bueno, amigos, esperemos que sea el jet lag, el que me tiene viendo gatos negros y escribiendo incoherencias.
Ya veremos qué ocurre el domingo próximo. Si la conexión en Cuba, permite que pase algo, fuera de la isla, claro.Es que la bola es negra, dura, compacta y solo rueda en territorio nacional.
En fin, gracias por leerme.

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Goodbye Nueva Zelanda - Parte II

                                                                                      Artwork by: Brooke



Dunedin es una ciudad, donde difícilmente hubiese podido ser feliz. 
Es una mujer demasiado histérica, que desea robarme el novio.
Pero de vez en cuando, me invitaba a caminar. Y durante esos recorridos, que terminaban en un jardín, ella me acariciaba el rostro y me mordía la yema de los dedos. 
Yo comprendía que esa era su manera de pedirme que nos lleváramos bien, de que olvidáramos los celos. Y aunque nunca confié en ella, igual aceptaba su tacto y sonreía un poquito.
El problema es que nunca he podido resistirme a una caricia.
Y menos si vienen de una mujer tan tempestuosa.
Solo por eso, por la intimidad en el jardín, le digo adiós y simularé haberla amado.
Adiós mi amor.
Te extrañaré.

En fin, gracias por leerme.
Y deséenme buen viaje.


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