La explicación de por qué me sangran las encías, según el señor alto. También se hace mención a dinosaurios, caballos y ardillas.



  
Me han empezado a sangrar las encías. No solo me sangran, sino que también las tengo hinchadas. Rojas, casi negras, como sangre coagulada. Siento que por día, los dientes se esconden más dentro de todo eso que está hinchado dentro de mi boca. Aunque mi odontólogo dice que es por causa del cigarro, que fumo y que fumo y aunque yo sé que  podría ser cierto, no creo que la razón sea esa. O prefiero no creerlo porque no voy a dejar de fumar. No. ¿Los dinosaurios herbívoros dejan de comer hierba? No. ¿Los dinosaurios carnívoros dejan de comer carne? No. ¿Los caballos dejan de comer alpiste? No. ¿Las ardillas dejan de comer nueces? No. Entonces ¿por qué yo tengo que dejar de fumar?
  Está en mí fumar. Yo fumo y disfruto fumar. Y que me duelan los pulmones. Y cuando me duelen los pulmones, yo digo que no son los pulmones, sino que es la espalda. Listo.
  Pero para no desviarme más, como siempre suelo hacer, mis encías están sangrando.
  Hace unas semanas en medio de uno de mis cursos, empecé a chorrear sangre.
  Hace cuatro días me levanté con los dientes marrones de la sangre seca de toda la noche.
  Hace dos días apenas pude lavarme los dientes porque no soportaba que el cepillo tocara mis encías.
  Hace un día (ayer, pero suena mejor hace un día porque parece que el tiempo practica gimnasia) sentía que mis dientes frontales querían caerse.
  Pero hoy, hoy estaba parada frente al tragante del baño, lo miraba fijamente, y de repente sentí que mi mandíbula iba a desprenderse. Iba a desprenderse por peso el de mi encía y se iba a caer dentro del tragante del baño. Iba a desprenderse por el peso de mi encía, se iba a caer dentro del tragante del baño y por ahí me iba a ir yo a buscar mi mandíbula con mis encías. Pero no pasó nada. Solo fue mi imaginación, o mi concentración, o mi posición.
   Hace un rato tomé una siesta. Y soñé con un hombre alto y delgado, rodeado de luz, con un traje azul y unas botas. Y ese señor sonreía y sonreía. No paraba de sonreír, hasta que su sonrisa se convirtió en risa. Se acercó a mí. Se apoyó en mi hombro derecho y me susurró al oído: “Te duelen las encías porque te han traicionado y te van a matar”.
  Entonces no era el cigarro el causante. Es la mera existencia. La existencia que siempre busca a alguien que te traicione. La existencia que es siempre finita. De punto a punto. Ni más ni menos. Como la vida de los dinosaurios herbíveros. Como la vida de los dinosaurios carnívoros. Como la vida de los caballos. Como la vida de las ardillas.
  No es tan grave el problema entonces. Es lo que toca, así que todo bien. Todo happy. Todo fresa.
  En fin, gracias por leerme.

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